La Vanguardia (1ª edición)

Limosnita con foto

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Una cosa me costó mucho de entender cuando fui madre: el significad­o económico de eso que estaba viviendo. Tener una hija, un hijo, ¿era un placer por el que había que pagar, como un coche o un viaje? Claro que era un placer, y mi marido y yo lo habíamos elegido libremente, pero era también una aportación, imprescind­ible, que hacíamos a la sociedad. Entonces, ¿a quién había que pasarle la factura? Cierto, sanidad y educación las paga la sociedad; pero ¿y el cuidado? Como en tantas parejas, en la mía los roles empezaron a diferencia­rse cuando nacieron hijos: yo tuve cuatro meses de baja, mi marido, unos días; yo di un paso atrás en mi carrera, mi marido, un paso adelante. Cuando nos divorciamo­s, él quedó en una situación profesiona­l y económica mu- cho mejor que la mía. Eso que tanto me había costado comprender (con una voz interior afeándomel­o todo el tiempo: mezquina, egoísta, no te da vergüenza verlo en esos términos…) era muy simple: en nombre del amor, yo había dedicado miles de horas a un trabajo gratuito y que no da derechos. Por algo la pensión de jubilación de las mujeres es un 30% inferior a la de los hombres.

Ahora, el Gobierno ha anunciado que aumentará la pensión en un 5% a partir de dos hijos (10% si son tres, 15% si cuatro o más) a las madres que se jubilen a partir del 2016, lo que supone una media de unos 30 euros mensuales. Y el señor Rajoy ha declarado: “Muchas mujeres deciden cuidar hijos porque quieren y no trabajan tanto como un hombre”.

Por favor, déjenme que me ría. Prime- ro: pagarán algo a las madres, pero no a las de un hijo, ni a las que están en activo, ni a las ya jubiladas, sino sólo a las que tengan dos hijos o más y se jubilen de ahora en adelante. Segundo: a cambio de miles de horas trabajadas gratis, nos darán 30 euros al mes. Tercero: nos explican que cuidamos a los hijos porque queremos (si no quisiéramo­s, se cuidarían solos) y que no es un trabajo (qué raro: cuando lo hace una niñera, se le paga). Cuarto: todo eso es cosa de mujeres y sólo de mujeres. Quinto: de este tema se acuerdan, casualment­e, diez días antes de las elecciones. ¿Le importa, señora, que me haga una foto dándole la limosnita?

Mire, señor Rajoy, déjeme que me ría, que hoy hace un día muy bonito y no tengo ganas de llorar.

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