Las minas antipersona
El caso Zaida estalla, de nuevo, al pasar la página del periódico. Lo hace como un mina antipersona de las que esta militar (ya ex) pudo encontrarse de misión en Líbano o Kosovo. Eso fue antes de sufrir en Valencia seis años –dos, probados– de acoso sexual por parte de su jefe, entonces un coronel que, sí, acabó condenado por ello. Las minas antipersona destro- zan cuerpos, desgajan miembros, rompen por dentro y por fuera. Completamente rota debe sentirse ahora Zaida Cantera, con un pasado que será difícil de olvidar, un futuro incierto y sin carrera.
Su historia no se cierra aquí, con su jubilación del Ejército con la pensión máxima. Sólo queda zanjado desde el punto de vista administrativo. Morenés se ha quitado un problema. A Defensa le toca pasar del blablablá a los hechos, empezando por el anunciado protocolo antiacoso en las Fuerzas Armadas. Al Ejército, humil- dad, aunque le costará cambiar la imagen machista y revanchista que deja este caso sobre los uniformados. Y a la víctima le corresponde restañar las heridas y empezar a vivir, ojalá.
Una comandante fue acosada y reacosada por un valiente coronel al que dieron cobertura unos aguerridos oficiales que, a su vez, fueron respaldados por un ministro. Zaida Cantera vivió un infierno. Una guerra sin cuartel también para otras mujeres, en otros ámbitos, a las que no les queda otra que plantear su denuncia ante sus superiores, entre ellos su acosador.