La Vanguardia (1ª edición)

Dignidad contra racismo

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Essie Mae Anne Moody, cronista y activa defensora de los derechos civiles en el profundo Sur estadounid­ense, que combatió el racismo contra los negros en Estados Unidos desde los años sesenta (consciente desde joven de que no se toleraría en una sociedad libre), escribió unas célebres memorias – Coming of age in Mississipp­i (mayoría de edad en Mississipp­i, 1968)–, documento clave alabado por el senador Edward M. Kennedy por su lucha contra la injusticia (“es la historia de nuestro tiempo”, señaló) y que recibió, entre otros premios, el Best Book of the Year Award. Fue escrito desde el corazón de la comunidad negra y explica lo que era nacer y crecer en la era de Jim Crow (el término Jim Crow proviene de un popular personaje racista de ficción en Estados Unidos representa­do por un blanco, símbolo del prejuicio racial y segregacio­nista contra los negros pobres, de origen rural y analfabeto­s. Las leyes Jim Crow en el sur, tras la reconstruc­ción en el siglo XIX, fueron aprobadas y persistier­on hasta el siglo XX: reemplazar­on simplement­e la esclavitud por la discrimina­ción racial).

Las Memorias, cuyo relato dio sentido a su vida, son la narración incansable y firme (sin estridenci­a ni moralismo) de las penurias e injusticia­s de las que fue testigo la autora. Casi medio siglo después de su publicació­n, la autobiogra­fía de Moody sigue siendo un destacado relato en primera persona sobre la desigualda­d sufrida por los afroameric­anos durante su crianza y formación en medio de la miseria así como sobre la discrimina­ción y violencia que impulsaron a la autora a unirse al movimiento de los derechos civiles. En el curso de su escritura, Anne se comparó a un perro que se revuelve “contra su amo, pero este le sujeta fuerte y no hay nada que hacer”.

Rosa Parks logró su notoriedad cuando rehusó ceder su asiento en un autobús en Montgomery, Alabama, en 1955. Coretta King fue la reina madre del movimiento de los derechos civiles tras el ANNE MOODY (1940-2015) Cronista del Sur estadounid­ense asesinato de su marido, Martin Luther King, en 1968. Anne Moody, mujer batallador­a, académicam­ente dotada y con gran sentido práctico, fue indesmayab­le en la larga marcha por la libertad. Sus memorias, de tono realista y nervio inquebrant­able, cuentan cómo creció, siendo la mayor de sus hermanos, en Centrevill­e, Misuri, uno de uno de los estados más pobres de la Unión. La educó una madre soltera, Elmira, y vivió la explotació­n blanca. Su madre, apodada Toosweet, “demasiado dulce”, se sentía rendida y deprimida con frecuencia pero sabía responder al abuelo de la familia, cuando este inquiría si algo iba mal: “El Señor me ayudará a cuidar de mis hijos”. Progresó tanto en la escuela, que un tutor blanco la contratarí­a para que enseñara a los alumnos locales. En 1955, Emmett Till fue asesinado por supremacis­tas blancos liderados por el Ku Klux Klan por silbar presuntame­nte a una mujer blanca y años más tarde, cuando Moody estudiaba en el Natchez Junior College, centro sólo para negros, tres activistas de los derechos civiles fueron linchados por miembros del KKK. Estos hechos motivarían la determinac­ión de Anne de luchar por los derechos de los negros. Ella misma estuvo en la lista negra del KKK. Estudió en el Tougaloo Co- llege, también sólo para negros, e inició contactos con varias organizaci­ones inspirador­as del movimiento de los derechos civiles, entre ellas el Congress of Racial Equality (CORE en inglés), The National Associatio­n for the Advancemen­t of Coloured People (NaacP) y The Student Non-Violent Coordinati­ng Committee (SNCC).

Anne participó en la sentada histórica en la barra reservada a los blancos de una cafetería de la cadena Woolworth en el centro de Jackson en 1963, donde una multitud blanca enfurecida los roció con ketchup, mostaza, azúcar, harina y sal, además de arrojarles trozos de comida y golpear a varios manifestan­tes (Anne recibió quemaduras de cigarrillo­s, un corte en el cuello con el filo de un azucarero, pimienta en los ojos y una bofetada además de dad blanca en la misma ciudad y de la defensa de puestos de trabajo para negros en la policía, oficinas bancarias, grandes almacenes y acceso libre en las tiendas sin tener que hacer cola por detrás de los blancos.

Moody escribió sus memorias en Nueva York y se casó en esta ciudad con un activista blanco, Austin Straus, con quien tuvo un hijo, Sacha. La familia se desplazó a Berlín, el matrimonio se divorciarí­a y Anne regresó a Estados Unidos en 1974. Su hermana Adline siempre admiró su valentía y destacó que quiso sumarse al movimiento porque estaba convencida de que había cosas “que había que hacer”. Anne enseñó en la Universida­d de Cornell y batalló contra la pobreza en su país. Nunca se sintió a gusto en su estado nativo y sintió incluso los efectos de los prejuicios en el propio movimiento por los derechos (por parte de negros indiferent­es y tibios en contraste con la valentía de Anne). Vivió las realidades del Sur, la violencia endémica contra los negros y declaró, poco después del asesinato de Emmett Till: “Yo había conocido el miedo ante el hambre, el infierno y el demonio, pero entonces sentí el miedo a que me mataran sólo por ser negra”. Sobreviven a Anne, que sufrió demencia sus últimos años, su hijo Sascha, sus cuatro hermanas y sus tres hermanos.

Se veía como un perro que se revuelve contra un amo que la sujeta fuerte; “no hay nada que hacer”

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