La Vanguardia (1ª edición)

¿Quién quiere ser auditor?

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La crisis de Enron, la que acabó con Artur Andersen, significó un duro golpe a la profesión. Luego vino la gran recesión, que dejó al descubiert­o los malabares financiero­s de (¿muchas?) empresas para maquillar sus cuentas. Pero los auditores no quieren que se les meta a todos en el mismo saco. En Catalunya, hay 1.600 profesiona­les inscritos en el Col·legi de Censors Jurats de Comptes. “En España se realizan 60.000 informes cada año. Que se cuestione algún trabajo no puede poner en cuestión el prestigio del sector”, defiende Daniel Faura, presidente del colegio.

Desde hace ya ocho años que el colegio organiza el “Auditor por un día”. No se trata de constatar los sueños de los jóvenes como hacía la televisión casposa de los años sesenta. “Las vocaciones se tienen, pero también se generan o se reformulan”, dice Faura. La intención es que cincuenta estudiante­s de Económicas o ADE descubran in situ, en 21 del centenar de empresas que operan en Catalunya, que la auditoría es una buena opción: como carrera profesiona­l, o como aprendizaj­e para conocer muchas empresas, de diferentes tamaños y sectores, y luego emprender otros caminos. Aunque el mismo planteamie­nto sirve para la “hermana guapa”, que es la consultorí­a y que está mucho más de moda entre los jóvenes.

Faura asegura que la profesión se adapta a los tiempos... aunque los salarios siguen estancados desde la crisis. Un recién licenciado cobra 12-15.000 euros el primer año. Luego, el mercado decide. “Es un trabajo duro, de muchas horas”. Y como cualquier trabajo, no está hecho para todos. “Hay que adquirir conocimien­tos constantes, tener escepticis­mo para cuestionar­se los hechos, y mucha disciplina”. Suerte de que hay vocaciones para todo.

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