La Vanguardia (1ª edición)

Quiero ser sueco

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A mí me hubiera gustado ser sueco. Y me acaban de convencer los dos Persson que he entrevista­do: el ex primer ministro, y, ahora, el factótum del Nobel, porque Suecia ya no es el paraíso de Olof Palme, pero aún podemos aprender de un país donde la líder del partido en el Gobierno dimite por haberse pagado una chocolatin­a con la tarjeta de crédito de su empresa. “Lo importante –dice Torsten Persson– no es la cantidad, sino el fraude”. Ni Venezuelas ni Miamis: el espejo donde quiero que se mire mi país es sueco. Persson explica las reformas que aconsejó, pero advierte que tal vez sin ellas Suecia también habría mejorado. Su modestia –poco habitual aquí– confirma su competenci­a.

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