Julie Gayet no quiere ser la primera dama
La actriz, pareja de Hollande, prefiere ser “como el marido de Merkel, que hace su vida sin mezclarse con la cosa pública”
Julie Gayet pisó anteanoche la mítica alfombra roja de Cannes, como productora, para asistir, con sus dos hijos adolescentes, a la proyección de Comoara, filme producido por su empresa, Rouge International. Actriz de 70 filmes, la compañera del presidente no llegó a Cannes en avión oficial, a diferencia de su colega Sean Penn, transportado de Haití a Francia en el avión de Hollande.
Reservada y discreta, tampoco tiene trato de favor en el festival y hasta un periodista de Gala afirmó que el domingo por la noche fue rechazada por el portero de una disco. Claro que según su colega productor Alain Terzian Julie no llegó a Cannes hasta el lunes, para acudir a una comida de negocios.
Hollande no es lector, pero adora el cine: él y Gayet sólo reciben en el Elíseo a amigos y gente del sector para cenar o ver películas. Y los próximos aseguran que ni uno ni otro dará el menor paso para convertir en pública la relación privada. Ella ya ha manifestado incluso que quiere ser “como el marido de Merkel, que hace su vida sin mezclarse con la cosa pública”. Y Hollande la impulsaría a seguir con el cine.
En 2011, en Cannes, la productora Gayet conoció a Julien Dray, notable del socialismo y vicepresidente para la cultura de la región Île-de-France, colectividad que financia proyectos cinematográficos. En plena campaña electoral, Gayet, militante, ofreció su apoyo. Dray prometió presentarle a Hollande. Y así empezó la historia.
Cuatro años más tarde, la misma discreción. Si se la vio vestida de satén rosa en la velada de Vanity Fair y Chanel, sólo fue para la foto. Esta “bebedora compulsiva, pero de té”, se fue “a dormir –diría en una radio– porque, como el ambiente sabe, no soy noctámbula”.
En realidad, nadie sabe gran cosa. El semanario L’Express tituló “La misteriosa Julie Gayet” la portada y seis páginas que le dedicó. ¿Y si la compañera del “presidente normal”, como se presentó François Hollande, fuera sencillamente una mujer normal?
La actriz, que el 3 de junio cumplirá 43 años, nunca fue bankable –las estrellas cuyo solo nombre consigue financiación para un filme– , pero su sólida filmografía demuestra que no le faltó trabajo en veinte años de carrera. Ni recursos, familiares y propios. Casada con el padre de sus dos hijos, el escritor francoargentino Santiago Amigorena, divorciada, no es mujer de fiestas ni escándalos. El dinero que ganó como actriz lo invirtió en su holding Rouge, que reúne la productora Rouge Music, Cinémaphore (busca financiación para filmes de autor) y la editorial Rouge Editions.
Además, participa en tres productoras, una de ellas en Estados Unidos. Y, familia mediante, tiene socios como François Pinault, tercera fortuna de Francia: en 2008 le financió su primera producción.
Julie Gayet duerme en el Elíseo pero entra por una puerta escondida y no deja señal de su paso. Muchas noches prefiere su loft del distrito once de París. Puede pasar un fin de semana en La Lanterne, posesión del Gobierno en Versalles, pero también en el castillo de 1690, fachada y techo monumento nacional, que desde 2005 poseen sus padres en el Sudoeste. Un abuelo héroe de la Resistencia y un padre –el cirujano Brice Gayet– especialista mundialmente conocido en cáncer del sistema digestivo, aportan sólida red de relaciones.
Si Hollande, tras su larga convivencia con Ségolène Royal y luego con Trierweiler, periodista política, quería tomar distancias, encontró con quien. Gayet es invisible. El 11 de enero se manifestó en medio de la multitud y no en la comitiva oficial. Y si recibe en el Elíseo a cineastas o intelectuales, se esfuma cuando alguien hace fotos. Le han criticado la protección oficial que disfruta. Pero los conocedores alegan que es la misma que el Estado ofrece al escritor Houellebecq o a Marine Le Pen.
Anteanoche participó en el festival de Cannes en la presentación de una película producida por una de sus empresas Nada noctámbula, poco amiga de las fotos y bebedora compulsiva sólo de té, ‘L’Express’ la califica de misteriosa