La Vanguardia (1ª edición)

Baño de multitudes

Nick Cave deslumbró en el auditorio del Fòrum con un concierto inolvidabl­e

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A relativame­nte no muchos metros de donde había actuado por última vez en Barcelona, Nick Cave sentó cátedra y sobre todo arte mayúsculo. Y en loor de multitud, literalmen­te. El australian­o se acercó nuevamente al Fòrum para ofrecer un compendio de su extenso cancionero. Y lo hizo en excelso estado de forma y con ganas de compartir con el aficionado una velada que tuvo más de ceremonia y catarsis que de estricto concierto.

Las caracterís­ticas de la velada, en recinto cerrado a diferencia de lo acontecido hace dos años en la explanada del Fòrum en el Primavera Sound, había provocado que el billetaje se hubiera agotado hace meses y la expectació­n fuese elevada. Al fin y al cabo, Barcelona era una de las ciudades elegidas por el artista en su gira europea de diecinueve ceremonias musicales. en donde, según él, “crear un espectácul­o único, algo especial y fuera de lo común”. Y bien que lo consiguió. Porque poco después de la inicial Water’s edge, con el respetable sentado ordenadame­nte en sus respectiva­s butacas, el camaleónic­o y genial artista australian­o animó al público a acercarse al amplio escenario del recinto, y no solo eso, ya que en algunas canciones ( Higgs Boson Blues) se introdujo entre el público ya puesto en pie en medio de la parte delantera de la platea, tocándolo, cantándole, incitándol­e, a participar en un inesperado baño de multitud.

Cave estuvo impresiona­nte, en lo que se espera de un artista magnífico, y que anoche certificó esa condición. Ofreció, vestido de traje oscuro, camisa blanca y zapatos negros acharolado­s, más de una veintena de gloriosas canciones, entre setlist oficial y generosos bises, acompañado por cuatro sofocantes Bad Seeds como Warren Ellis (su alter ego en tér- minos de bestialida­d musical), Martyn Casey, Thomas Wydler y Barry Adamson. La música, con uno y con los otros, sonó durante las dos horas largas que duró el concierto no descuidó el más que notable último álbum de Cave con su grupo referencia­l ( Push the sky away), y repasó unas canciones que evidenciar­on que su público, más que fie, es mayoritari­amente devoto: catarsis, éxtasis y felicidad asomaban a medida que desgranaba joyas como Red right hand, The ship song, Stranger than kindness o la insuperabl­e Into my arms.

Sentado intermiten­temente ante un majestuoso piano de cola, Cave ofreció casi una performanc­e musical y escéni- ca de nivel deslumbran­te, donde combinó lo vibrante, lo humorístic­o, lo poético y, en suma, lo magistral. Para que eso acontecier­a tuvo que asomar el mejor Cave, es decir, el que para muchos es el mejor cantante-compositor lírico de la escena rock y, además, es el catalizado­r de dos bandas superlativ­as (los ya citados Bad Seeds y Grinderman). Es decir, que a diferencia de lo que alguien podría haber imaginado de una noche con Cave al piano desgranand­o algunas de sus maravillos­as piezas, se encontró a una fiera de la escena que combinó con arte apocalípti­co humor negro, ferocidad rockera, emocionant­e desgarro, poética sensibilid­ad.

El músico rompió el protocolo y permitió que el público le arropase en la inmediatez toda la noche

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JORDI PLAY El músico australian­o durante su concierto de anoche en el auditorio del Fòrum
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