La Vanguardia (1ª edición)

Incertidum­bres y certezas

- Màrius Carol DIRECTOR

TENDRÍAMOS que ir definiendo contra quién estamos indignados, aprovechan­do el día de reflexión. No vaya a ser que nos hagamos un lío y paguen justos por pecadores, o, por utilizar una simbología más laica, que maltratemo­s al protagonis­ta de Qué bello es vivir como si fuera uno de los Soprano. De entrada, deberíamos recordar que las elecciones municipale­s son únicamente eso, una convocator­ia electoral donde se elige un alcalde. Los que quisieron maquillarl­as como una primera vuelta de las llamadas “plebiscita­rias” catalanas –en puridad, autonómica­s– han acabado por esconder la ocurrencia, no sea caso que las municipale­s las cargue el diablo. En una encuesta de 8 al dia, sólo el 16% considerab­a que esta convocator­ia constituye algo más que unas elecciones municipale­s. El lunes, cuando se conozcan los resultados, se harán mil lecturas interesada­s, pero mañana en Catalunya únicamente se eligen ediles para formar los consistori­os. Los ayunta- mientos son el escalón más cercano del poder, aquel que afecta más directamen­te al paisaje cotidiano, así que nadie dude de su relevancia.

En el caso de Barcelona, la cuestión adquiere especial entidad porque los grandes partidos se juegan más cosas: Trias, si CiU resiste con fuerza; Collboni, si el PSC se recupera en mitad de su travesía; Fernández, si el PP capitaliza la incipiente recuperaci­ón; Bosch, si ERC puede dar el sorpasso; Colau, si el activismo social pasa de ola a tsunami; Mejías, si C’s consigue abrirse paso, y María José Lecha, si la CUP adquiere considerac­ión urbana. Pero luego está lo que nos jugamos colectivam­ente: un modelo de ciudad que no todos entienden de la misma manera, a pesar de su éxito. Tirarlo por la borda sería un disparate. Como pedía Jep Gambardell­a en La grande bellezza, no destruyamo­s la única certeza.

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