Precavido abrazo de la UE a los exsoviéticos
Los 28 frenan las aspiraciones europeas de Ucrania, Georgia y Moldavia para no importunar a Rusia
No habrá premio gordo de momento para las ex repúblicas soviéticas más comprometidos con la Unión Europea. Desde aquella cumbre de Vilna de noviembre del 2013 hasta esta de Riga demasiados acontecimientos han perturbado a la vieja Europa. Así que la Asociación Oriental, un proyecto de la política de vecindad de la UE que nació con entusiasmo en el 2009, tiene que pisar el freno.
¿El motivo? Rusia, por supuesto. Pero oficialmente se pasó de puntillas sobre la anexión de Crimea y el papel de Moscú en la guerra del Donbass. Y eso a pesar de que Bruselas acusa a Rusia de apoyar a los rebeldes y fomentar la guerra en el este de Ucrania. El Gobierno ruso siempre lo ha negado y en Riga, además, ni siquiera se llevó un buen tirón de orejas. Batalla diplomática también ganada.
Aunque en la declaración final todos los participantes reafirman su compromiso con la Asociación Oriental y se felicitan de los logros alcanzados, el abrazo de la UE pareció más bien un cachetito en la espalda. Sin el entusiasmo y el calor que deseaban Ucrania, Georgia y Moldavia.
Estos países firmaron el año pasado sus respectivos acuerdos de asociación con la UE, “lo que constituye un paso importante para acelerar la asociación política y la integración económica de estos socios con la UE”, se lee en el texto. Pero esperaban más: una respuesta firme a su europeísmo en forma de fecha (acaso lejana) para su ingreso en la Unión Europea.
Los funcionarios de la UE insisten en que el compromiso seguirá adelante. Pero reconocen que des- pués de Vilna y del año fatal que ha pasado Ucrania ahora es el momento de actuar con “cautela” para poder explicar mejor la posición europea. Sin hacer promesas que no se puedan cumplir. Si los periodistas no revelamos su nombre, reconocen además que en aquellos meses “tal vez no se tuvo el adecuado cuidado”. Riga, pues, se queda-
La declaración final de la cumbre de Riga hace sólo una tibia mención a Crimea La UE dará a Kíev un préstamo de 1.800 millones de euros para sostener su economía
rá, según ellos, en una cumbre de transición, para consolidar el acercamiento logrado hasta ahora.
El mayor de esos logros se lo lleva Moldavia, que desde abril del 2014 goza del régimen libre de visados, según el cual sus ciudadanos con pasaporte biométrico no necesitan pasar por los consulados para viajar por el espacio Schengen.
Ucrania y Georgia, que también aspiran al mismo régimen, tendrán que esperar hasta final de año si logran llevar a cabo las reformas necesarias.
Era con estos tres países con los que la UE podría haber apretado más el abrazo.
Armenia y Bielorrusia, por su parte, no tienen tanto entusiasmo
en crear zonas de libre comercio con la UE. Su pertenencia a la Unión Euroasiática los mantiene unidos a Rusia. Y el último, Azerbaiyán, parece estar motivado únicamente por sus exportaciones de hidrocarburos al continente. El interés de este país ribereño del mar Caspio se demostró en su nivel de representación. El presidente, Ilham Alíyev, no viajó a Riga y envió, en su lugar, al ministro de Exteriores.
Aquella cumbre de Vilna será recordada por ser la antesala de las protestas que estallaron en Ucrania, y que terminaron expulsando al entonces presidente, Víktor Yanukóvich. Este decepcionó a la población proeuropea al negarse a firmar en la cumbre el acuerdo de asociación con la UE. Luego vino la anexión de Crimea y la guerra, que hasta el momento ha causado más de 6.000 muertos, según estima- ciones de la ONU. Estos acontecimientos condicionaron ayer las mayores dificultades para consensuar una declaración que pusiese fin a la cumbre. Los 28 querían incluir en el texto final una condena de la anexión de Crimea por Rusia, ocurrida en marzo del 2014. Pero las ex repúblicas soviéticas más cercanas a Moscú no estaban dispuestas.
La posición de los gobiernos armenio y bielorruso era congruente con la que adoptaron en la ONU, cuando el año pasado votaron en contra de una resolución que condenaba la “reunificación de Crimea con Rusia”, frase que se usa en Moscú para evitar el término anexión.
Al final apareció, pero con una beatífica referencia a las posiciones de la cumbre UE-Ucrania del pasado abril, y a la resolución de la ONU sobre la integridad territorial de Ucrania.
El presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, luego se descolgó del documento. Según Ría Nóvosti, se negó a entrar siquiera en la discusión: “Primero hay que resolver el problema (de la pacificación de Ucrania), y luego ya resolveremos quién tiene razón y quien es culpable”.
Para el líder bielorruso, intentar atraer a su país a esta discusión podría interpretarse como un deseo de desestabilizar la situación de Bielorrusia. Y dijo que le parecía incorrecto criticar a Moscú en una cumbre en la que no participa. “Rusia no forma parte de la Asociación Oriental”, recordó.
Tras lo dicho antes, los resultados tangibles, en forma de dinero, podrían saber a calderilla. Ucrania logró un acuerdo para recibir un crédito de 1.800 millones de euros para reforzar su precaria economía y la UE aportará 200 millones en la próxima década para apoyar al pequeño y mediano negocio en Ucrania, Georgia y Moldavia.