La Vanguardia (1ª edición)

El folio en blanco

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No podemos perder Barcelona, dijo Artur Mas en una alocución que, escuchada a 600 kilómetros de distancia, sonó con dramatismo propio de una señal de alarma. Y tiene razón el president: si los nacionalis­tas pierden mañana el gobierno de la capital, el proceso soberanist­a se debilita. Aunque gane en la mayoría de los municipios catalanes, Barcelona es el símbolo, como la alcaldía de Madrid lo es para los grandes partidos estatales. Con esa tensa incertidum­bre se entra en la jornada de reflexión. Y con un vaticinio tan fácil como obligado: si es cierto que los indecisos siguen siendo el 30% del censo, cualquier cosa puede ocurrir. Por citar dos casos que parecen imposibles, puede ocurrir incluso que el PSC vuelva a sus antiguas glorias o que el PP renueve las memorables mayorías que conquistó hace cuatro años.

Por eso casi nadie se atreve a hacer un pronóstico. Por eso todos se han dedicado a seducir al indeciso y a atraer al arrepentid­o. Por eso hay ese estallido de nervios, con tantos candidatos que pierden el control. Y por eso Rajoy se tomó estas urnas como el gran desafío y antepuso la presidenci­a de su partido a la presidenci­a del gobierno. Sabe que se la juega. Su asesor de cabecera, Pedro Arriola, sostiene que las elecciones municipale­s nunca han sido necesariam­ente un anticipo del resultado de las generales, pero nadie quiere aparecer la noche del domingo como castigado por las urnas. La imagen de caída, de simple descenso, es lo más temido en las ejecutivas.

Que se lo pregunten al PSOE de Pedro Sánchez. Renunció a ganar desde el principio por puro realismo digno de elogio. Mañana se juega seguir siendo el segundo partido en la simbólica Madrid. Puede desperdici­ar la erosión de la corrupción conservado­ra en Valencia. Busca premios de consolació­n –y no sería poco– en Castilla-La Mancha, Asturias y Extremadur­a. Su hermano el PSC se juega su trascenden­cia en Cata- lunya. El lunes puede empezar el nuevo calvario de Pedro Sánchez, sobre la corona de espinas que le tejen Susana Díaz y asociados. Tiempos de gran intriga.

Y lo sustancial, cómo quedará el sistema: gobernable o ingobernab­le; asomado al abismo de la revisión del régimen del 78 o con ese régimen consolidad­o; con avisos de reforma urgente para evitar la ruptura o con mandato de reforma continuist­a; con partidos que quieren dar ejemplo de cultura de acuerdo o instalados en la negativa a sostener a la casta; con o sin ayuntamien­tos que cogen la bandera de la independen­cia… Esos son los desafíos. Ante ellos, las urnas son un folio en blanco. España es un folio en blanco. Y el proceso, president Mas, quizá lo sea también. Es cuanto se puede decir en la jornada de reflexión.

Vienen tiempos de gran intriga, y lo sustancial es cómo quedará el sistema: gobernable o ingobernab­le

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