Atractividad
MFrancesc Granell añana se celebran en toda España elecciones municipales y en la mayoría de las comunidades Autónomas, también elecciones autonómicas. Se ha repetido hasta la saciedad que la aparición de nuevos partidos dará lugar a nuevas realidades políticas en las que pactos y coaliciones serán más necesarios que nunca, por mucho que la ley de Hont privilegie a las formaciones que hayan obtenido mayor número de votos en las urnas. Las dificultades para alcanzar un pacto tras las elecciones autonómicas andaluzas del pasado 22 de marzo nos ratifican en este pronóstico.
Aquí, sin embargo, no voy a insistir en esta cuestión sino en un tema que me parece crucial cara a la nueva etapa cuatrienal de gobernanza municipal y que no es otro que el de la “atractividad” que pueda conseguir una ciudad para captar actividad económica y crear empleos y rentas en un mundo global en el que las ciudades son el lugar en donde se concentra una parte substancial del quehacer económico y de las perspectivas de innovación, crecimiento y provisión de servicios ya sea a través del mercado o a través de los servicios públicos o las instituciones o mecanismos del estado del bienestar.
La “atractividad” de cada ciudad no va a lograrse engañando a los votantes con utopías sino impulsando ideas que permitan articular un proyecto de ciudad creíble capaz de atraer inversiones nacionales y extranjeras dando confianza a los operadores, eliminando barreras municipales a la creación de empresas y proponiendo infraestructuras físicas y sociales financiera-
En estas elecciones nos jugamos la capacidad de competir de cada ciudad
mente viables y sostenibles.
En estas elecciones nos jugamos la capacidad de cada municipio de competir en un mundo cada vez más competitivo y esto no puede basarse en promesas electorales cuya viabilidad es más que discutible sino en proyectos que partiendo de lo que tenemos puedan mejorar un poco nuestro posicionamiento en el contexto global.
En el caso específico de la ciudad de Barcelona, dejemos de pensar en las pretendidas elecciones plebiscitarias del próximo 27 de septiembre y su contexto independentista, y pensemos que lo que ahora tiene que preocuparnos es que la capital catalana siga siendo el modelo exitoso de ciudad europea –pese a los reconocibles problemas sociales derivados de la crisis– que se ha ido construyendo con muchos esfuerzos y que algunos cantos de sirena que se han oído en la campaña electoral podrían echar por tierra.