La Vanguardia (1ª edición)

La eternidad y un día

Isabelle Huppert y Gérard Depardieu en la recta final de Cannes

- SALVADOR LLOPART

Y nos plantamos ya, como el que no quiere la cosa, en la víspera del Palmarés, que se dará a conocer mañana domingo, por la noche. Y con un adelanto del mismo: el premio para el joven Ian Garrido López, de la Escac, de Barcelona, por su corto Victor XX. Garrido se alza con el tercer premio de la Cinéfondat­ion para estudiante­s de cine, concedido por un jurado presidido por el gran Abderrahma­ne Sissako, el director de Timbucktu.

Victor XX es la historia del deseo –de la necesidad– de Ian de cambiar de sexo, de dejar de ser chica para ser chico. Es la historia de una vida de descubrimi­ento resumida en unos felices veinte minutos. Todo un premio en Cannes. El aperitivo de las Palmas de Oro y los otros premios que vendrán.

Pero ¿de qué habla la gente? ¿Del palmarés? ¿De los premios? El palmarés es en estos momentos, como la cinta al final de un maratón que se acaba: una quimera. Porque los diez días en Cannes que lleva uno aquí resultan como la eternidad y un día, que diría Angelopoul­os.

Pero es poco si lo comparamos con 35 años: el tiempo que hacía que Gérard Depardieu e Isabelle Huppert no se encontraba­n en pantalla. Desde Loulou en 1980.

Valley of love, el valle del amor, presentada ayer dentro de la sección competitiv­a, los ha unido. De nuevo. De hecho ellos son los protagonis­tas y casi los únicos intérprete­s del filme. Y hay que decir, para no crear falsas expectativ­as, que ellos son, también, lo único bueno, real y tangible de una historia demasiado volátil y forzada. Demasiado metafísica y abstracta para que llegue a ningún sitio. Valley of love, dirigida por Guillaume Nicloux, da vueltas para llegar a un destino: a ellos dos y a su leyenda, como mu- cho. Y ambos hablaron ayer, de eso. Uno, grande como una montaña y vulnerable como un niño. La otra, seca como un palo y correosa como un zapato. Y también, ya puestos, ahondaron en sus diferencia­s. Para Huppert, “el trabajo de la interpreta­ción requiere una gran concentrac­ión y mucho esfuerzo”, para Depardieu es todo lo contrario: “Me metí en esto de actuar por casualidad, y me gustó porque no me gustaba trabajar”.

Rusia, por supuesto, apareció en la conversaci­ón. Y Ucrania, donde posee viñedos. “Todo es muy complejo. Desde luego si Crimea fuera parte de Estados Unidos, la cosa hubiera sido muy diferente”, dijo en referencia al conflicto entre Rusia y Ucrania. “No me gusta la guerra, y me llevo bien con Putin y con Viktor Yúschenko”, que es el expresiden­te de Ucrania.

Tanto Huppert como Depardieu son, en el filme, como fantasmas de sí mismos. La historia de Nicloux invita a la confusión de la realidad con la ficción. Habla de dos actores que no se veían desde hacía muchos años (cierto). Resulta que estuvieron casados (falso); que tuvieron un hijo (falso), y que este hijo se suicidó hace unos meses (más falso todavía). No sin antes dejarles una carta, a cada uno, en el que los invita a viajar al Valle de la Muerte, en California, donde transcurre el filme de Nicloux, para un fantasmagó­rico reencuentr­o de los tres en el desierto. En Valley of love lo único real es el encuentro de Huppert y Depardieu, que son de carne y hueso. Más carne Depardieu, la verdad, que está inmenso. En la película y en la realidad.

Inmenso está también el pequeño Tim Roth en Chronic, del mexicano Michel Franco. Sobre un autista emocional (Roth) que se dedica a cuidar enfermos terminales, hasta las últimas consecuenc­ias. Roth aporta tragedia, un poco más, a un filme que no lo necesita, la verdad. Digamos que Chronic no será la comedia del año.

Tim Roth encarna en ‘Chronic’ a un autista emocional dedicado a cuidar enfermos terminales

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LOIC VENANCE / AFP Depardieu y Huppert, ayer ante el enjambre de cámaras de Cannes
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