NO, SI AHORA LES GUSTAN FOFOS

Las mujeres valoran la inteligencia, la sensibilidad y el humor en un hombre pero nunca la cartera, su prestigio o un cuerpo serrano, me lo decía mi abuelito, me lo decía mi papá, me lo dijeron muchas veces, se me olvidaba muchas más...

Las mujeres han ganado la batalla de la opinión pública y reinan en los medios cuando se habla de géneros aunque en la vida real ser mujer tenga aún ciertos inconvenientes. En revancha por los pecados de nuestros bisabuelos, abundan los artículos con barra libre para caracterizar a los hombres como: a) incapaces de hacer dos cosas a la vez, b) dominados por un par de tetas y c) egoístas consumados.

Del amor, ya ni mención: es coto femenino.

En este imaginario, la mujer se proyecta como un ideal y viene a decirle al mundo que no habría guerras, acosos sexuales ni concursos de Miss Mundo si ellas, sensibles y sentimentales, pusieran las reglas del juego. A partir de este escenario mediático, teorizan sobre el bien y el mal, sin asomo de autocrítica, mientras que en la vida cotidiana las mujeres emancipadas adoptan a menudo los defectos del machista: egoísmos, engaños, dobles vidas...

A nosotros nos gustan las curvas, las macizas, las pibonas y ellas, en cambio, desprecian a estos armarios, a estos sacos de músculo, a estos trozos de carne que no les aportan nada. Siempre prefieren al bondadoso que al macarra, al fofo que al cachas y al formal que al informal.

Y si por casualidad un día –o una noche– cometen un desliz y se lían con un musculitos la culpa es de su pareja porque no les hace caso.