La entrevista
Nada de lo que viene diciendo desde hace años tiene desperdicio, este sabio aceitunado (88 años), hijo de indio y catalana. A saber: “Hay que dedicar la primera mitad de la vida a crear un ego muy fuerte, convicciones, autoestima, una ventaja para defenderte. Y la segunda mitad, a deshacerse de él, porque las desventajas son superiores: esto se acaba”.
Hay tanta sabiduría en lo que dice y tanta elegancia en cómo lo dice que trasciende al propio Pániker tántrico, zen (“nube en el cielo, agua en la jarra”), de inteligencia insultante. El ser híbrido, de pálpito endocrino, elitista e infantil, lúcido y místico, conserva sus manos de pianista, el brillo en los ojos. Huele a Roger & Gallet.
Empezar preguntando a un hipocondríaco por su salud ¿es de mala educación?
No. Pero ya no soy exactamente hipocondríaco. Soy un hombre de 88 años con achaques. La vejez es una devastación pero la senectud, con un poco de suerte, puede ser sabia. Y en ello estoy. Mis colegas de generación, Carlos Barral, Gil de Biedma, Castellet, estos ya se esfumaron. Claro. Heidegger y Hartmann se veían cada día, primero hablaba uno, luego el otro, y nunca se pusieron de acuerdo en nada.
Fue usted un adolescente listo pero muy rebelde. ¿Qué le queda de educación jesuítica?
Y estaba casado con una mujer extraordinaria, Núria Pompeia, que me sugirió Kairós, “buena suerte”. Pero mientras amigos míos descubrían la lucha de clases yo descubrí que era… ¡medio indio! Pobre burgués barcelonés, españolito educado…
Compró derechos de autores de la contracultura.
Una vez un periodista escribió “Pániker nos recibe con los pies sobre la mesa y tomando chocolate”. Mentira. Fui a Sudamérica y allí gané dinero. Otro escribió “Paniker, el intelectual sin problemas de tesorería”. Es una fama que me ha perjudicado.
¿Se ha sentido mejor con la gente rica que con el resto?
Me parecería inclasificable e indiscreto decir sus nombres, además algunas eras casadas…
¿Sigue teniendo buena relación con ellas?
Sí, sí. Sonará machista pero creo que el pluralismo erótico, en mi