“Tengo mucho de mujer, o eso me decían aquellas que amé”
¿Pero no dice usted que los intelectuales envejecen mejor?
Bueno, si no pierden facultades. De entrada le diré que los intelectuales no saben dialogar. Debería ser lo contrario, pero mire, mire los debates en la tele, penosos... No creo ni que se escuchen.
¿El peligro del intelectual es que se identifique con sus propias ideas?
De adolescente era brillante. De ellos me quedó una especie de confianza en la realidad que me ha acompañado toda la vida.
Cuando nació su editorial Kairós usted tenía dos herencias –Oriente y Occidente- y dos carreras: ingeniería y filosofía.
Lo cual fue una suerte para la cosa de la censura... La contracultura pasaba mucho mejor que el marxismo. Solo me secuestraron un libro, no sé, igual era de sexo.
“A los 30 años esa frágil salud mía impidió que me convirtiera en un narciso insoportable”.
Me he sentido mejor con la gente inteligente.
Y más mujeres que hombres.
Yo tengo mucho de mujer, o al menos eso me decían todas mis ex, las mujeres que he amado.
Que ha sido un gran seductor lo prueban sus diarios donde, por cierto, tiene el detalle de citar sus conquistas sólo con la inicial, no como Racionero...