El Papa rinde tributo a Romero como “obispo mártir” por la paz y los pobres
El arzobispo asesinado por la ultraderecha en 1980 es beatificado en El Salvador
hace decenios que se lo considera mártir y santo. Durante mucho tiempo hubo resistencias muy fuertes de prelados latinoamericanos –y de círculos vaticanos–, convencidos de que elevar a los altares a Romero podía interpretarse como una victoria tardía de la teología de la liberación o una bendición a los clérigos que se acercaron a los movimientos revolucionarios. Pero la sensibilidad ha cambiado. La guerra fría terminó hace años y, sobre todo, en la silla de Pedro se sienta un papa latinoamericano. El arzobispo Vincenzo Paglia, postulador de la causa de Romero, insistió hace unos días, durante una rueda de prensa en el Vaticano, en que “la opción preferencial por los pobres” del nuevo beato “no era ideológica sino evangélica”, en perfecta sintonía con el Concilio Vaticano II.
La beatificación de Romero es un ejemplo paradigmático de la redefinición moderna del concepto de martirio. La idea tradicional era que la víctima lo fuera “por odio a la fe” ( in odium fidei). Es lo que ocurre, por ejemplo, con los cristianos asesinados hoy en día por los fanáticos del Estado Islá-