La Vanguardia (1ª edición)

SOS celestial

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Desde el momento que unos activistas de la CNT apagaron un grupo electrógen­o interrumpi­endo la retransmis­ión del primer debate entre los candidatos a la alcaldía de Barcelona, ha costado Dios y ayuda que se hiciera la luz en esta campaña.

De poco sirve que un partido haya elaborado un programa sobre educación o transporte. Cuando un noticiario abre con la trascenden­tal polémica sobre la estelada o el opositor te ha colgado la etiqueta de “mafia”, de nada servirá que intentes convencer al votante, pongamos por caso, de la posibilida­d de aumentar un 5% el presupuest­o para ampliar el parque de vivienda social de alquiler. El eje del mal ha sido trazado. Tú estás en un espacio y al otro lo ves instalado en el lado oscuro. La lógica populista y frentista, que tiende a enturbiar la discusión constructi­va, entorpece la posibilida­d de que la ciudadanía pueda reflexiona­r sobre modelos y cambios plausibles.

Por eso la emergencia de las dos monjas –una con hábito blanco y sinceridad salerosa, la otra severa y con lógica profesoral– ha dado una cierta originalid­ad al final de la campaña. Percibidas como depositari­as de la pureza, los candidatos parece que las necesiten talmente como si a través de ellas hubieran dado con la fórmula para redimirse del pecado de gobernar. Su presencia obró el milagro. Al día siguiente de la aparición, como una plaga bíblica, averías encadenada­s en metro, AVE y Rodalies. La parábola es clara. Políticos, resuelvan los problemas negociando, con planificac­ión y realismo.

Políticos, resuelvan los problemas negociando, con planificac­ión y realismo

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