Las monjas
Lucía Caram y Teresa Forcades, las dos monjas (de clausura) de la política catalana, tan dispares de criterios, constituyen una excentricidad. Ignoro hasta qué punto el derecho canónico y la pertenencia a sus órdenes religiosas amparan la compatibilidad entre su condición y su abierta militancia política. Los hábitos clericales y monjiles en España –en un sentido y en otro– han tenido mucho predicamento y, en general, muy poco afortunado. El protagonismo de estas dos religiosas –una de Mas y otra de Colau– se debe tanto a su afán de notoriedad como al aprovechamiento que de él hacen determinados políticos y partidos. En general, los ciudadanos de a pie observan el teatrillo como una representación posmoderna y extraña. Lo de las monjas no parece serio.