MUNICIPALES
tidos a una crisis de identidad permanente de tanto vivir pendientes de las redes sociales.
Por exigencias del fotógrafo, Collboni ha tenido que cambiar de camisa (en sentido literal, se entiende): se ha quitado la que llevaba, de un blanco nuclear, que lo habría equiparado al uniforme de todos los jóvenes candidatos socialistas europeos. Comentarios previos a la foto: Collboni ha perdido cinco kilos durante la campaña y Mejías tres. Trias se sorprende y cuenta que resulta difícil adelgazar si por todas partes te invitan a pro- bar productos diversos (morcillas y cocas incluidas). Cuando abandonen la primera línea política, quizás podrían escribir un libro o hacer un programa de televisión titulado La dieta del candidato.
Mientras Madueño les cuenta su intención fotográfica, Lecha y Colau lo escuchan con una expresión de suspicacia prospectiva, como si, sin necesidad de ponerse de acuerdo, acabaran de decidir que, en el mundo y el futuro que imaginan, estas concesiones al espectáculo periodístico deberían desaparecer. Es la sesión más rápida
Antipatías contenidas, frialdades siberianas y, en general, un notable nivel de educación
que recuerdo: cuatro intentos y ya está. Madueño no ha tenido que sacar el látigo y sólo ha tenido que decirles: “¡Más juntos!”, sin ninguna connotación política (en el escenario no tenían mucho espacio para acercarse los unos a los otros; y el que más ha reído ha sido Alfred Bosch, simbólica y geopolíticamente atrapado entre Colau y Lecha).
Acaba la sesión sin que caiga el telón. Aplausos. Satisfacción por no haber sufrido demasiado y no haber pasado mucha vergüenza (propia y ajena). Alberto Fernán- dez Díaz consulta la pantalla de su móvil y vuelve atrás para no dejarse la americana. “¡Bravo!”, repite Madueño. Fuera del teatro, la ciudad mantiene la vitalidad de un sábado de primavera por la mañana. Gente tomando el fresco en la terraza del Bracafé. Rebaños de motos mal aparcadas encima de la acera. Hipsters en la puerta de la tienda Apple. Turistas que preguntan dónde está la parada del autobús que va a La Roca Village.
El que más ha reído ha sido Bosch, atrapado, geopolíticamente, entre Colau y Lecha
www.lavanguardia.com