El otro atropello de Marc
La justicia deniega la indemnización a los padres de un niño arrollado por un conductor que iba distraído y les carga las costas del proceso
No hay nada peor que perder a un hijo. O quizá sí. Fernando Morata, de 44 años, y Mónica Beltrán, de 41, vieron morir a Marc, de 3. Nunca olvidarán aquel sábado, 6 de junio del 2009. Hasta hace unos días, además de acostumbrarse a su ausencia, tenían una espada de Damocles: la amenaza de tener que pagar las costas del juicio. Una campaña iniciada en la plataforma Change.org, que recogió 6.000 firmas en unos días, ha impedido prolongar el suplicio de esta familia.
Marc, de quien en su casa hablan muchas veces en presente
La familia se libra de una factura de hasta 60.000 euros gracias a una recogida de firmas en Change.org
sin darse cuenta, vivía en una urbanización de Olvan, en el Berguedà, con sus padres y su hermano mayor, Daniel, que entonces tenía 7 años. Aquella mañana, el padre, informático, se fue a trabajar pronto. La calle tiene sólo seis vecinos. Muchas viviendas no se construyeron por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y los críos jugaban en los solares. Allí estaban, en el descampado de en- frente, su hermano y un amigo. Su madre los controlaba desde la ventana de la cocina.
Marc se lo debió de imaginar y aprovechó un descuido para salir al jardín. Descorrer el cerrojo de la cancela era la última travesura que había aprendido. Cuando cruzaba la calle, sin apenas tráfico, un vecino lo atropelló. El propio conductor, que se abrazó a los padres el día del entierro y que nunca eludió su responsabilidad, reconoció que iba distraído y que no lo vio. Así lo hizo constar incluso en una carta firmada.
Este fue el primer atropello de Marc. El segundo no lo protagonizó un Hyundai, pero fue también dramático. Dos meses después, los padres recibieron un telegrama de una aseguradora: “En relación con el siniestro de fecha 06-06-2009, les comunicamos que no podemos realizar oferta alguna”. Una oferta. El telegrama añadía un par de frases, en ese tono aséptico y desabrido, para justificar el impago de una indemnización, como si hubiera oro para compensar algo así. El mensaje logró el mismo efecto que esta frase en el lector: no piense en un elefante. ¿Verdad que no puede evitar pensar en un elefante?
Los padres, que en ningún momento se plantearon iniciar acciones judiciales, decidieron hacerlo a partir de ese momento. Un abogado les convenció de que fueran por la vía penal y les garantizó que una prueba pericial y otra forense, unida a la declaración del conductor, era casi una garantía de una sentencia a favor. Los padres, sin embargo, aseguran que el letrado llegó al juicio sin los deberes hechos y sin esas pruebas. La otra parte, por el contrario, se había preparado a fondo. El resultado fue el previsible: la titular de un juzgado de Berga dictó una sentencia a favor de la compañía aseguradora. El recurso ante una sección penal de la Audiencia de Barcelona deparó el