La Vanguardia (1ª edición)

Famosos en campaña

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En vísperas electorale­s suceden cosas extraordin­arias. El miércoles, por ejemplo, el presidente de la Generalita­t y el alcalde de Barcelona se sentaron felices en un acto de campaña junto a Lucía Caram, la monja televisiva. Supongo que lo hicieron pensando que unas fotos a su lado no les vendrían mal. Sor Caram estaba pletórica: dos días antes, trascendió que el Vaticano le había echado un rapapolvo por prodigarse extramuros de su convento. Pero ni caso: la religiosa se explayó con declaracio­nes tipo “estoy enamorada del presidente Mas” y “soy una monja cojonera”. Si me hubieran dicho, tiempo atrás, que las primeras autoridade­s catalana y barcelones­a iban a propiciar este compadreo en público no lo hubiera creído. Ahora, este intercambi­o floral entre Mas, Trias y una monja mediática ya no sorprende. Entretanto, otra monja con debilidad por micrófonos y focos, Teresa Forcades, sopesa su candidatur­a a presidenta de la Generalita­t.

En esta campaña, varios candidatos han echado mano de celebridad­es televisiva­s, acaso para chuparles un poco de fama y de share. El socialista Collboni le ha encargado la publicidad a Risto Mejide (y ha obtenido a cambio –le está bien empleado– lemas groseros como no fotem). ERC ha puesto de número 2 de su lista barcelones­a al actor Juanjo Puigcorbé, que últimament­e salía a menudo en la prensa por sus esfuerzos para ganar un dinerito vendiendo el tríplex que posee en Madrid. Y Ada Colau amenizó un mitin con mi admirado Gran Wyoming, además de embarcar a séniors como Quico Pi de la Serra o Josep Fontana.

Todos los ciudadanos deberíamos ejercer alguna actividad política, incluidos los famosos, que también tienen derecho a significar­se (y un plus de responsabi­lidad, dado su modus vivendi). Dicho esto, me sorprende que, en esta época de incertidum­bre y renovado combate ideológico, los partidos recurran a la fauna televisiva con el propósito de colorear listas y actos. Los rostros conocidos tienen tirón entre el pueblo llano, sí. Pero, al enrolarlos, las formacione­s políticas recurren a trucos propios del reality show. Fíjense que no alistan a ingenieros, matemático­s u otros profesiona­les con cabezas bien estructura­das, que quizás contribuir­ían mejor a una política de altura. Se busca a los que tienen un rostro conocido, labia o un supuesto gancho masivo; a los que llegan con un plus de popularida­d bajo el brazo.

A veces pienso que el país se acerca al abismo con excesiva despreocup­ación. Quizás los políticos me repliquen por lo bajini que usan a Caram et altri como meros comparsas, lo cual sería tranquiliz­ador para mí y ofensivo para ellos. Pero también podría ser que estuvieran jugando con fuego. Hace un lustro, Belén Esteban insinuó que iba a presentars­e a las elecciones y un sondeo la convirtió, de saque, en la tercera fuerza política nacional. Todavía lo recuerdo cuando una cena excesiva me produce pesadillas.

Al enrolar a celebridad­es en sus listas y actos, los partidos políticos recurren a trucos propios de ‘reality show’

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