La Vanguardia (1ª edición)

Un sábado inolvidabl­e para el barcelonis­mo

Xavi se despide del Camp Nou con lágrimas pero invitando al público a seguir apoyando al equipo para conquistar la Copa el próximo sábado

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Antes de jugar su último partido de Liga con el Barça, Xavi tendrá que recordar que al mismo tiempo que sonaba el himno, de la tribuna lateral bajaba una señora pancarta con su imagen y un escrito en el que su mítico número 6 servía al mismo tiempo de G para formar la palabra Gracias. Tal como salía al campo veía con orgullo que en el gol que da a la Diagonal, entre el precioso mosaico que dibujó todo el estadio, se podía leer la palabra “campions”. Vio como a la salida del túnel de vestuario los jugadores del Deportivo rendían tributo, con un pasillo, a ese equipo que él, Xavi Hernández Creus, el hijo de Maria Mercè y Joaquín, a los 35 años, 24 de ellos vistiendo la camiseta blaugrana, había capitanead­o una temporada más hacia la reconquist­a del título de Liga. Sabía que entre los más de cien niños que quisieron hacerse una foto con los campeones estaban sus sobrinos Guillem y Arlette, los hijos de su hermano Òscar. No era un sueño. Era una realidad.

Nada era igual a cuando debutó en el Camp Nou, allá a finales de los noventa. Entonces unas horas antes estuvo en casa, con sus padres, que le acompañaro­n al estadio donde debutaría con el primer equipo en casa en la Liga. “Aquel día era más especial que este”, dijo Maria Mercè ayer a La Vanguardia. “El debut era importante porque hay toda una vida por delante. Lo de hoy ha sido más especial. Es el final de una larga carrera”. Antes de que comenzara el encuentro contra el Dépor, el último partido de Liga, Maria Mercè le envió un mensaje a su hijo: “Hay un partido, niño. Se tiene que ganar. Que nadie te quite lo bailao”. Xavi le respondió con

“Hay un partido, niño. Se tiene que ganar. Que nadie te quite lo bailao”, le dijo Maria Mercè a su hijo

carcajadas. El Barça salió al campo con la intención de homenajear a su capitán. Quiso y pretendió jugar con exquisitez, como lo hizo siempre Xavi. Quería jugar el equipo de Luis Enrique sin exigirse demasiado, sin exprimirse mucho porque tiene dos finales más importante­s que pueden darle la gloria. No fue al máximo el Barça cuando vio que a los 5 minutos Messi ya había roto el cerrojo del Depor. Tocó el balón. Lo acarició. Todo muy ortodoxo. Muy del manual de este Barça.

“Tengo la sensación de nostalgia por un lado, y por otro una sensación de mucha felicidad”, dice Joaquín, que se emocionaba mientras hablaba. “Cuando en anteriores partidos he oído los gritos de ‘Xavi, quédate’ se me ponía gallina en la

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