Punto muerto
Las elecciones municipales del 24 de mayo nos han dejado unos resultados electorales fragmentados, con lo que la mayoría de los ayuntamientos han quedado sin un vencedor claro y los partidos políticos deben llegar a pactos dentro de los veinte días previstos por la legislación vigente para la constitución de las corporaciones municipales y la elección de alcaldes y equipos de gobierno.
En Madrid, son cuatro los partidos que han obtenido concejales entre los 57 posibles: PP (21), Ahora Madrid (20), PSOE (9) y Ciudadanos (7). En Barcelona, los 41 concejales por elegir se han repartido entre siete opciones: Barcelona en Comú (11), CiU (10), Ciutadans (5), ERC (5), PSC(4), PP (3) y la CUP (3). Una división también muy acusada se ha registrado en muchos de los municipios españoles. Las mayorías absolutas casi han pasado a la historia.
Dejando de lado la ideología, la matemática nos dice que son varias las combinaciones posibles para acceder al gobierno en Madrid, en Barcelona y en muchísimas otras poblaciones españolas. Hay que tener en cuenta, además, que la legislación actual permite que en el futuro pudieran presentarse mociones de censura contra quienes estuvieran en coalición con mayoría precaria por lo que los partidos que vayan a ejercitar la gobernanza deben acorazarse contra tal eventualidad.
Quedando todo esto muy claro, la experiencia de las elecciones autonómicas andaluzas sirve para poner de manifiesto que resulta difícil llegar a pactos de gobierno estable pues hay reticencias a mostrar las cartas cara a las elecciones generales que debe convocar Rajoy a fines del 2015 o inicios del 2016. Si esto lo aplicamos a Catalunya la cosa resulta incluso peor pues el president Artur Mas persiste en la convocatoria de elecciones al Parlament de Catalunya, el 27 de septiembre, pese al revés que CiU ha sufrido en las elecciones al Ayuntamiento de Barcelona y en las principales ciudades de su zona metropolitana cuyo peso demográfico sería determinante cara a un eventual referéndum independentista pues en él no jugaría el elemento corrector a favor del soberanismo que supone la actual ley electoral que minimiza el peso electoral de Barcelona y su área.
Con todas estas incógnitas posmunicipales y teniendo en cuenta las diferencias de opinión sobre los distintos programas y proyectos y las amenazas de auditorías sobre proyectos ya en curso –lanzadas por ciertos partidos en contra de otros con el muy loable deseo de luchar contra la corrupción–, mucho me temo que algunos proyectos vitales para las ciudades puedan quedar en punto muerto por un tiempo indeterminado. No se trata de esperar a ver qué “modelo de ciudad” se apruebe, pues las ciudades se construyen día a día y parar los procesos en marcha puede no ser una buena idea para una ciudad que aspire a no perder el tren de la historia.
Las ciudades se construyen cada día y parar procesos en marcha no es bueno