La Vanguardia (1ª edición)

Copa, Liga, Champions

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Desconozco si los seguidores de otros clubs sienten las emociones que sentimos los culés, aunque imagino que deben de ser igualmente intensas, tanto en las decepcione­s como en las alegrías. Porque si una cosa queda clara es que los colores del club se disfrutan incluso cuando se sufren. Y si, como es el caso del Barça, forma parte de una identidad azarosa y sublevada, y muchos hemos forjado en blaugrana la memoria de nuestra infancia bajo una dictadura, entonces la emoción es especialme­nte desgarrado­ra. Somos seguidores de un gran club, con una gran historia. Aun así, si el Barça no fuera más que un club para muchos de nosotros, y no estuviera ligado de manera muy estrecha a nuestro latido colectivo, seguiría provocando grandes emociones. Es la grandeza del fútbol, “la más importante de las cosas sin ninguna importanci­a”, que dicen que dijo Juan Pablo II.

No hay que decir que todo lo que rodea la parte crematísti­ca del fútbol, cifras astronómic­as, corruptela­s, fifas y refifas, Qatars y mandangas, es otra materia que no provoca precisamen­te emociones positivas. Pero hoy, el día en

La grandeza del fútbol, “la más importante de las cosas sin ninguna importanci­a”, que dijo Juan Pablo II

que, si los dioses y la pelota nos son propicios, podemos ir a dormir con el triplete de Copa, Liga y Champions, me permitirán que guarde en el cajón la parte racional, allí donde se provocan los pensamient­os críticos. Porque si el fútbol es sentimient­o y nervios e ilusión y complicida­d e inflamació­n, y todo el resto de sustantivo­s vinculados a la emotividad, no hay una experienci­a emocional más chocante que la que viviremos esta noche. Nuevamente, si ganamos, volveremos a liarla. Y no solamente porque el Barça sabe tocar la pelota, o tiene una buena estrategia, sino porque ha construido una manera bella e intensa de jugar a fútbol. Es decir, a pesar de ser un deporte competitiv­o e incluso agresivo, puede llegar a ser muy poético.

Preparados, pues, para el gran espectácul­o de esta noche, con los amigos a punto, las palomitas y las bebidas en su sitio y los nervios a flor de piel, sólo falta que la garganta aguante los gritos desaforado­s que saldrán. Y es cierto que, cuando empiece a rodar la pelota, la versión de nosotros mismos que proyectare­mos no será la mejor peinada. Es posible, incluso, que no nos reconozcam­os mucho, pero eso es sentir unos colores, y especialme­nte, ser del Barça, permitirse el gusto de enloquecer por el blaugrana, convertido­s en killers que queremos que nuestro club gane, aunque sea de penalti injusto y fuera de tiempo.

Como es obvio, escribo el artículo antes de saber si habremos hecho el triplete y la Champions vendrá hacia casa. Pero pase lo que pase esta noche, sólo se puede agradecer al Barça los grandes momentos que nos da a lo largo del camino compartido. Es un gran club porque es un club con alma, y de aquí sale un juego que es motivo de orgullo. Hoy, pues, a pasar nervios, a llamar, a besar, a renegar... y a prepararse para vivir una gran noche. ¡Como no podía ser de otro modo, visca el Barça!

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