La Vanguardia (1ª edición)

El padre de mis nietos

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Una de las grandes sorpresas que se llevan algunos padres es que su hijo está vivo todo el rato. No se puede desconecta­r, ni silenciar, ni poner en modo avión. Cada día tiene 24 horas, de las que la mitad, está despierto. Bienvenido­s a la paternidad. Mi filosofía educativa con mi hijo Óliver es la de que se vaya de casa cuanto antes. Mucha gente se sorprende frente a esta afirmación; sin embargo, encierra las mejores intencione­s hacia él por mi parte. Bajo esa premisa, intentamos que sea un niño de mente abierta, valiente, curioso, observador, con capacidad para aburrirse y divertirse solo o en compañía. Un niño alegre. Hoy por hoy vamos por el buen camino, aunque resulta agotador.

Ahora entiendo por qué la gente se queda a vivir en sus barrios de origen. Creo que no tiene que ver tanto con las raíces sino con lo económico que sale tener a los abuelos cerca. Un colectivo, el de los yayos, explotado injustamen­te de forma silenciosa y que soportan maratonian­as jornadas sobre sus cansadas espaldas en las que baila una jota aragonesa la vitalidad infinita de un niño pequeño. En este momento, si te das por aludido, pensarás que tu padre o madre están encantados de quedarse con el niño. Piadosas, aquí tenéis a la reina de las mentiras, aunque habrá excepcione­s.

Soy de los que piensan que vuestro hijo es vuestro y que, en la medida de lo posible, son los padres los que tienen que ocuparse de todo lo que le concierne. ¿Agotador? También lo es el pádel al que te vas a jugar mientras lo cuidan los abuelos.

Familiares y amigos, una ayuda puntual siempre viene bien. Faltaría más. Por cerrar el círculo: criar a un hijo para que se vaya de casa cuanto antes también incluye que si el día de mañana me toca ser abuelo, seré sólo eso. No el padre de mis nietos.

NACHO CABALLERO BOTICA

Madrid

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