Casa Anita no se va
Oblit Baseiria Virgili se ha movido siempre entre libros. Procedente de la familia que regentaba la histórica librería Ona de la Gran Via barcelonesa, trabajó una larga temporada en Columna Edicions, bajo las órdenes de Miquel Alzueta y al lado de la también editora Ester Pujol. Ambas participaron en el boom de los llamados libros mediáticos, firmados por los componentes del primer star system profesional de los medios catalanes, pero también apostaron por libros de más riesgo. Sin la insistencia de Oblit jamás se hubiera publicado el libro-disco Jisàs de Netzerit (2001), de Pau Riba, que aún hoy cada Navidad readapta en algunas representaciones sorpresa.Tras experimentar qué se cocía en el mundo editorial, decidió volver a la trinchera librera. Ya hace años que regenta Casa Anita Llibres, una acogedora librería especializada en libro infantil y juvenil situada en el barrio de Gràcia, en los aledaños del mercado de la Llibertat. Una librería que, como las buenas, no se conforma con un papel contemplativo a la espera de la clientela y se ha transformado en un verdadero centro emisor de iniciativas culturales muy apreciadas por la gente de un barrio tan activo como Gràcia. Ahora el edificio centenario que alberga Casa Anita ha cambiado de manos. La empresa que lo ha adquirido se ha propuesto hacer una renovación radical de inquilinos y, de un modo u otro, todos los vecinos han ido desfilando. Ya sólo queda la librería en los bajos, que tiene contrato en vigor por cinco años largos más y la firme decisión de cumplirlo. Eso topa con los planes de la empresa en cuestión.
Según cuenta Oblit Baseiria en una carta abierta que circula desde el martes, la propiedad le ha enviado un comunicado que le obliga a dejar el local antes de un mes por incumplimiento de contrato. Las brillantes mentes jurídicas que trabajan para la propiedad argumentan que el contrato sólo autoriza a Casa Anita a vender libros y que todos los otros actos que se realizan en ella no son propios de una librería. Traté a Oblit cuando trabajaba en el mundo editorial, pero su nueva etapa como librera infantil y juvenil me ha pillado ya un poco madurito y la verdad es que no frecuento Casa Anita. De repente pienso que quizá, con lo hippy que es ella, debe organizar fiestas infantiles con vuvuzelas a la hora de la siesta o programar cada domingo a las ocho de la mañana un concierto de la Orquestra Fireluche con el volumen a tope. Pero no. Resulta que los “actos impropios de una librería” son presentaciones de libros, sesiones de cuentacuentos y talleres. Ya me explicarán en qué mundo vivimos si alguien dictamina que no es propio de una librería organizar actos sobre los libros que vende (o pretende vender). Para combatir esta absurdidad jurídica y vital que pretende arrebatarle cinco ejercicios fiscales de golpe y porrazo, Oblit ha empezado a distribuir hojas de firmas de apoyo con una carta que acaba de manera clara: “Jo no marxo! Casa Anita continuarà el seu projecte al barri”. Yo ya he firmado.
Resulta que los “actos impropios de una librería” son presentaciones de libros, cuentacuentos y talleres