La Vanguardia (1ª edición)

“Huyo de la sombra de mi padre”

Christophe­r Welles, hija de Orson Welles, culmina en Cardona los actos dedicados al centenario de su progenitor

- SALVADOR LLOPART Barcelona

Antes de tener un hijo, Orson Welles tenía un nombre: Christophe­r. Le gustaba tanto como sonaba aquel nombre al director de Ciudadano Kane que, cuando nació su primera hija, ni se le pasó por la cabeza cambiar de opinión: Christophe­r se llamaría a pesar de que es un nombre de chico.

“Una chica; pues mejor”, dijo mi padre. “Pocas niñas se llamarán Christophe­r”. Lo cuenta Christophe­r Welles con un cierto aire de reproche. La hija de Orson Welles ha pasado estos días por Barcelona, invitada por la Filmoteca de Catalunya para hablar de su padre en las sesiones que han compuesto el seminario Orson Welles, un artista multidisci­plinar. Es una mujer menuda y delicada. De formas suaves y educadas. Retirada desde hace años de la enseñanza. “He escrito libros para aprender a escribir y leer que todavía se utilizan”, cuenta orgullosa, y lo dice de una forma sosegada, sin el pantagruél­ico humor, irresistib­le y contagioso, temible por momentos también, de su famoso progenitor.

“Mi nombre me hacía sufrir; se burlaban de mí en la escuela. Hasta que un día llegué a casa llorando y le exigí a mi madre –Virginia Nicolson, la primera esposa de Welles– que me cambiara de nombre. Me quería llamar Linda, como mi mejor amiga”. Su madre (porque Orson no estaba aquel día) le firmó un documento a aquella niña llorosa de menos de diez años, en el que se comprometí­a al cambio cuando cumpliera 21 años.

Pero cuando llegó el momento no cambió de nombre. ¿Para qué? Ya era Chris para todos. Incluso cuando participó, como chico, en el rodaje de Macbeth (1948). Pero desde entonces ha tenido que luchar con la alargada sombra de su padre, que todo lo cubre. “Todas las personas tenemos que enfrentarn­os con un desafío en nuestra vida. El mío se ha llamado Orson Welles”.

Cuentra Chris Welles que su vida se puede resumir en esa lucha, consignada en My father’s shadow (2009), su libro de memorias. ¿Le ha quedado rencor? No; si acaso un regusto agridulce, y el convencimi­ento de que al verdadero Orson Welles no lo conocía nadie, ni siquiera ella misma. “Mi padre era actor las 24 horas del día. Para mí, como para el resto del mundo, ha sido un enigma.

Quizá se dedicó a la enseñanza como reacción al mandato de su padre: “No vayas a la universida­d, destruirán todo lo que tengas de origi- nal en ti”, recuerda, divertida.

Si Wilde dijo que el genio lo había empleado en su vida, reservado tan sólo parte de su talento para el trabajo, Chris Welles está convencida de que, en el caso de su padre, ocurre todo lo contrario: “Puso su genio, su talento, y todo lo que tenía,incluso su dinero, al servicio de

“Al verdadero Orson Welles no lo conocía nadie; es un enigma para todo el mundo, incluso para mí”

las películas. Vivía para ellas”.

Anoche Chris Welles asistió en Cardona a la proyección de Campanadas a media noche, allí mismo donde se rodó el filme, el preferido de los suyos por el propio Welles. “Si tuviera que ir al cielo por una de mis películas, elegiría Campanadas...”, recuerda que había comentado su padre en más de una ocasión. Pero Welles no se agota en una película; de hecho anuncian una nueva para el próximo año, El otro lado del viento, una más de las tantas que Welles tiene inacabadas.

“No seré muy popular por decir esto, pero espero que no llegue a estrenarse”, afirma. “¿Qué hubiera hecho mi padre en realidad? Nadie lo sabe. Mejor que lo dejen estar. El mundo está lleno de magníficas obras inacabadas”.

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MARC ARIAS Christophe­r Welles, hija de Orson Welles, ha estado en Barcelona invitada por la Filmoteca

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