La Vanguardia (1ª edición)

¿‘In varietate concordia’?

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Si uno de estos meses van a Bélgica –al Brussels Summer Festival, por ejemplo, o a la regata de bañeras que se celebra en el río Mosa– y alguien les da una moneda de 2,50 euros, no concluyan necesariam­ente que es falsa. Puede ser tan legal como las de un euro o dos que todos conocemos.

La aparición de estas monedas nace de una pugna entre Bélgica y Francia. En marzo la Real Ceca Belga acuñó una moneda de dos euros que conmemorab­a los doscientos años de la batalla de Waterloo, que significó la derrota de Napoleón por parte de los ejércitos británico y prusiano, comandados por el duque de Wellington y Gebhard von Blücher, y el fin de las guerras napoleónic­as. Cuando supieron que los belgas habían decidido honrar la batalla de Waterloo muchos franceses se ofendieron y dijeron que ni hablar. La diplomacia francesa hizo lo imposible para que no las pusiesen en circulació­n. Escribiero­n una carta a las autoridade­s europeas en la que les explicaban que Waterloo alteró la historia europea, que aquella derrota –desde el punto de vista francés– todavía retumba de manera

Si alguien les da una moneda de 2,50 euros, no concluyan necesariam­ente que es falsa

dolorosa en la conciencia colectiva francesa, y que una moneda como esa era un ataque a la unidad europea. Así tal cual lo explica France Presse. De forma que, como marcan las pautas de creación de nuevas monedas de euro, tuvieron que destruir las 180.000 que ya habían acuñado.

Pero entonces los belgas se fijaron en una disposició­n que permite a los estados emitir las monedas de euro que quieran si el valor no es habitual. Es decir: si hay oposición por parte de otros estados no se pueden crear de uno o de dos euros, pero sí se pueden crear si son de otro valor. Gracias a esta disposició­n, decidieron que emitirían monedas de 2,50 euros. También habrían podido crearlas de 2,75, de 3,24... Ya han acuñado setenta mil. La moneda lleva la imagen de la colina del León, el montículo artificial que hay en Waterloo, en el lugar de la batalla. Para colmo, incluye un diagrama que indica dónde estaban exactament­e las tropas de Francia, de Gran Bretaña y de Prusia aquel 18 de junio de 1815.

En la prensa francesa, que los belgas se hayan inventado una moneda totalmente legal para saltarse el veto francés levanta estos días polvareda. Los analistas anuncian a los cuatro vientos que la derrota de Napoleón aún no ha cicatrizad­o, que la unidad europea es muy frágil y blablablá. Desde Charles Baudelaire, los habitantes de Bélgica han sido objeto de mofa y de insultos constantes por parte francesa. El aforismo más suave es el que dice que “los belgas se levantan temprano pero se despiertan tarde”. Ahora, haber encontrado esta estratagem­a para poder acuñar finalmente las monedas que querían les parece un triunfo, y es lógico, pero yo me lo tomaría con calma y me mantendría atento al alud de chistes sangrantes que les caerá encima. “Que vive l’Europe unie!”, dijo hace unos años Nicole Fontaine, presidenta del Parlamento Europeo.

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