James Last y su música feliz
MJAMES LAST (1929-2015) Músico, compositor y director de orquesta de origen alemán antovani, Francis Lai, quizás algo Ray Coniff y sin duda James Last. Ellos fueron algunos de los que inventaron y definieron lo que se acabó bautizando como easy listening music, música feliz, agradable de escuchar. La muerte de James Last este martes a los 86 años en Florida es un hito luctuoso no sólo para los amantes de la música desenfadada, asequible y sin complicaciones, sino para aquellos que sin saberlo la tuvieron como banda sonora para muchos capítulos o acontecimientos de su vida. Era un recio fajador y estajanovista de la cosa musical, en activo como músico y bandleader hasta hace unas escasas semanas, y que falleció “en paz y en presencia de su familia”, según comunicó ayer su mánager.
Las notas hablan de un músico nacido en Hamburgo, y que a lo largo de una carrera discográfica que se habían prolongado desde 1959 a 2011, había publicado más de dos centenares de álbumes, muchos de ellos temáticos o monográficos, y que llegaron a traducirse en casi un centenar de millones de copias vendidas. Gustase o no o simplemente entretuviese, entre su amazónica discografía destacaron por ejemplo aquellos volúmenes dedicados a la música de Andrew Lloyd Webber, Bach, la Tamla Motown, Vivaldi o Abba. Un ejemplo de su enorme productividad la rubricó en 1980, por ejemplo, con siete álbumes editados, entre los que destacó Caribbean nights, un elepé paradigmático: tres versiones de hits de Bob Marley, su habitual imagen embozado en un traje de casino de tres al cuarto y una atractiva joven en topless.
Nacido en Bremen en 1929, Hans Last (conocido en su entorno por el más familiar “Hansi”) conoció los rudimentos y las claves de la interpretación musical mientras servía en el Wermacht durante la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la contienda su actividad se concentró como músico de orques- tas de baile, para ir progresando como arreglista y finalmente director de banda. Su nombre comenzó a sonar más allá del circuito cuando en 1965 sacó a la luz el disco Non Stop Dancing, que estaba nutrido de una especie de medley bien empalmado de éxitos del pop de ese momento. Y no fue un fenómeno estrictamente alemán como demuestran su más de medio centenar de álbumes que entraron en las listas de éxitos de Gran Bretaña
Hace muchos años, en 1976, una de las biblias del pop-rock británico, el New Musical Express (en las antípodas del decálogo musical de Last) publicó una entrevista en la que el músico germano verbalizó las claves de su gran y sostenida popularidad, sintetizándolas en que las canciones que él interpretaba con su orquesta: “La gente conoce lo que interpreta James Last. Ese es su estilo (…) Creo que hacemos algo original de esta música , y nuestro sonido procede de los arreglos. Creo que tenemos nuestro propio estilo musical, ha de ser eso, porque si no tendríamos tanto éxito”. Su mirada musical, la red de su música feliz, no conocía apenas fronteras estilísticas, y en su afán revisionista no se salvaron los Hawkwind, Marvin Gaye ni Sly Stone.
El músico alemán acabó de realizar hace unas semanas su última gira internacional con su big band , y se encontraba en su residencia estadounidense –país en donde vivía desde hace treinta años– de Palm Beach, en el estado de Florida, rodeado de su familia. Una breve enfermedad, como suele decirse, precedió al fatal desenlace.