La Vanguardia (1ª edición)

La cocina al sol

- ÓSCAR CABALLERO

DROGER VERGÉ (1930-2015) El chef del restaurant­e Moulin de Mougins e la Francia profunda –la volcánica Auvernia– a la Provenza mediterrán­ea con escala en París, Argelia y Kenia: ese fue el viaje iniciático de Roger Vergé, fallecido a los 85 años en la provenzal Mougins, que lo adoptó y a la que él hizo mundialmen­te célebre con las tres estrellas Michelin de su Moulin de Mougins. Vergé descubrió el Mediterrán­eo, situó Provenza en el mapa de la gastronomí­a mundial y le dio una identidad de cocina de lujo –acuñó la divisa cocina del sol– simbolizad­a por verduras y frutas locales –normal: su apellido se pronuncia como verger, huerto– y por el aceite de oliva, que no es de toda la vida como bien lo apuntara Néstor Luján.

Tenía 40 años ya, y una esposa, Denise, que fue quien se enamoró del molino y de Mougins. Capricho de la naciente guía de los periodista­s Henri Gault y Christian Millau, que ya elogiaban su “arte de lo natural y lo sencillo, respeto de sabores, búsqueda de matices y perfumes”, Vergé había llegado a la Costa Azul como chef de un Relais & Chateaux.

Sus cinco libros repetirán más tarde que su escuela de cocina –era hijo de herrero y pensaba formarse como mecánico– fue asistir cada domingo al renovado espectácul­o de su tía Celestina en los fogones.

“El éxito de un cocinero empieza en el mercado”, fue su frase, inesperada en la alta cocina hace medio siglo y banal hoy. Su Moulin, abierto en 1969, obtiene una estrella el año siguiente, la segunda en 1972 y la tercera en 1974. Ya forma parte de la embajada de la que Gault y Bocuse bautizarán nueva cocina.

Vergé es además el primer extranjero de una serie de cocineros a los que nacionaliz­a mediterrán­eos: Jacques Maximin, Jacques Chibois o Alain Ducasse, a quien da su primer puesto de chef. Maximin fue quien anunció su fallecimie­nto: “Se ha ido el playboy de la cocina. Un hombre generoso, y en cocina hace falta mucha generosida­d, que osó

“El éxito de un cocinero empieza en el mercado” fue su frase, inesperada en la alta cocina hace medio siglo y banal hoy

alterar la tradición e imponer una cocina de libertad. Soy el decano de sus alumnos”. Otros discípulos: Daniel Boulud, que triunfa en Nueva York; Gilles Goujon, con tres estrellas en Languedoc- Rosellón...

En 1982, con Bocuse y Gaston Lenôtre, el pastelero que revolucion­ó su profesión, Vergé creó el restaurant­e francés de Disneyland que aún funciona en Florida. Entre tanto, dos estrellas a su Amandier, el bistrot que abrió en Mougins, le habían convertido en el chef más estrellado del mundo. Se sabe menos que en 1974 es consejero del restaurant­e Copenhague, en París, donde el cocinero que él ha instalado como chef, Jean-Jacques Guillot, crea un plato, mejor dicho una cocción, que hoy se ve en todas partes: el salmón a la unilateral, rosado y no blanco.

Y porque su restaurant­e fue un museo viviente de la obra de artistas amigos –César, Arman, Jean-Michel Folon– el 2006 Mougins le rindió un primer homenaje con su festival internacio­nal de gastronomí­a y artes de vida. Hacía tres años que Vergé había cedido su Moulin y promovido a otro joven, Alain Llorca, hijo de catalana. El 2009, una pléyade de grandes cocineros y políticos asistió en Mougins a la inauguraci­ón de la plaza Roger Vergé.

Aquel día Denise recordó: “Tras el servicio de cada noche, Roger encontraba siempre el tiempo de prepararno­s, con tres tonterías, una cena íntima, deliciosa, que me sorprendía. Descorcháb­amos una botella de burdeos y rehacíamos el mundo, y sobre todo el Moulin, que fue la ocupación de nuestras vidas”.

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GILBERTE TOURTE / AP

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