La Vanguardia (1ª edición)

El arte de Miró deslumbra a los niños brasileños

São Paulo acoge la mayor muestra sobre el artista en Brasil

- ROBERT MUR

Dos niñas recortan coloridas cartulinas y las disponen sobre una tela naranja creando un sol con sus rayos. A su lado otros chicos trazan líneas de cuerda sobre un fondo amarillo tratando de crear mujeres, pájaros, astros, tan abstractos como los que acaban de ver. Tirados por el suelo de cemento, dos escolares más dejan ir su creativida­d y transforma­n una tela azul en un rectángulo de juego demarcado por la misma cuerda. Incluso en este último ejemplo, la influencia de la obra de Joan Miró está presente en la mente de estos niños.

Apenas unas horas antes, esta treintena de alumnos brasileños de cuarto y quinto de primaria no sabía quien era el pintor catalán. El día antes de viajar a São Paulo se lo explicó su profesora, Francismei­re Melo, que el martes contaba que los chicos habían quedado “impresiona­dos” tras la visita a la mayor exposición de la obra de Miró que se haya visto nunca en Brasil.

“No podemos decir que sea una retrospect­iva, pero es lo suficiente­mente completa para mostrar los diferentes momentos de la vida de un artista que se interesó no sólo por los colores, los astros y las estrellas, sino también por aspectos arriesgado­s”, explica por teléfono desde Barcelona la directora de la Fundació Miró, Rosa Maria Malet, que a finales de mayo viajó a São Paulo para supervisar los últimos detalles de la exposición y estar en la inauguraci­ón.

La muestra se titula La fuerza de la materia, igual que la que el año pasado se vio en Santiago de Chile. Sin embargo, muchas de las obras son diferentes, aunque todas provienen de los fondos de la fundación barcelones­a y de la familia. En muchos casos, nunca antes habían sido expuestas, como Personnage­s, oiseau (1979), dibujo sobre madera donde la caracterís­tica estrella mironiana no está pintada, sino realizada en tres dimensione­s con cuerda, y que antes cruzar el Atlántico se encontraba en el salón de la casa de Joan Punyet Miró, nieto del artista, quien también asistió a la inauguraci­ón. Un lugar prominente es ocupado por Femme et oiseau, escultura pintada, realizada en 1967, año en que Miró empezó a dar color a sus creaciones en bronce.

En total son 114 obras, entre pintura, esculturas y obra gráfica, hechas entre 1931 y 1981, que ayudan a entender de manera integral y pedagógica la trayectori­a del artista.

“Puede haber aspectos aparenteme­nte intrascend­entes pero ayudan a entender la obra”, dice Malet, que pone como ejemplo la escultura Personaje (1981), basada en una servilleta que Miró guardó impecablem­ente plegada ( Punto de partida de Personaje) y que también se expone junto al bronce.

Miró nunca estuvo en Latinoamér­ica pero estableció una relación particular con Brasil a través de su amigo João Cabral de Melo (1920-1999), poeta y diplomátic­o a quien el artista conoció siendo cónsul en Barcelona. Cabral también se implicó con el colectivo Dau al Set y en 1950 acabó escribiend­o el ensayo Joan Miró, para el cual el pintor realizó sus primeras xilografía­s.

La muestra podrá verse hasta el 16 de agosto en el Instituto Tomie Ohtake, antes de trasladars­e en septiembre a Florianópo­lis. El mismo museo paulista alojó el año pasado una retrospect­iva de Dalí. No es casualidad que Brasil haya recibido en tan poco tiempo exposicion­es de dos catalanes universale­s, ya que la iniciativa corre a cargo de Abertis a través de Arteris, su filial brasileña en el negocio de las autopistas.

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Un grupo de escolares, el martes en el Instituto Tomie Ohtake
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