El arte de Miró deslumbra a los niños brasileños
São Paulo acoge la mayor muestra sobre el artista en Brasil
Dos niñas recortan coloridas cartulinas y las disponen sobre una tela naranja creando un sol con sus rayos. A su lado otros chicos trazan líneas de cuerda sobre un fondo amarillo tratando de crear mujeres, pájaros, astros, tan abstractos como los que acaban de ver. Tirados por el suelo de cemento, dos escolares más dejan ir su creatividad y transforman una tela azul en un rectángulo de juego demarcado por la misma cuerda. Incluso en este último ejemplo, la influencia de la obra de Joan Miró está presente en la mente de estos niños.
Apenas unas horas antes, esta treintena de alumnos brasileños de cuarto y quinto de primaria no sabía quien era el pintor catalán. El día antes de viajar a São Paulo se lo explicó su profesora, Francismeire Melo, que el martes contaba que los chicos habían quedado “impresionados” tras la visita a la mayor exposición de la obra de Miró que se haya visto nunca en Brasil.
“No podemos decir que sea una retrospectiva, pero es lo suficientemente completa para mostrar los diferentes momentos de la vida de un artista que se interesó no sólo por los colores, los astros y las estrellas, sino también por aspectos arriesgados”, explica por teléfono desde Barcelona la directora de la Fundació Miró, Rosa Maria Malet, que a finales de mayo viajó a São Paulo para supervisar los últimos detalles de la exposición y estar en la inauguración.
La muestra se titula La fuerza de la materia, igual que la que el año pasado se vio en Santiago de Chile. Sin embargo, muchas de las obras son diferentes, aunque todas provienen de los fondos de la fundación barcelonesa y de la familia. En muchos casos, nunca antes habían sido expuestas, como Personnages, oiseau (1979), dibujo sobre madera donde la característica estrella mironiana no está pintada, sino realizada en tres dimensiones con cuerda, y que antes cruzar el Atlántico se encontraba en el salón de la casa de Joan Punyet Miró, nieto del artista, quien también asistió a la inauguración. Un lugar prominente es ocupado por Femme et oiseau, escultura pintada, realizada en 1967, año en que Miró empezó a dar color a sus creaciones en bronce.
En total son 114 obras, entre pintura, esculturas y obra gráfica, hechas entre 1931 y 1981, que ayudan a entender de manera integral y pedagógica la trayectoria del artista.
“Puede haber aspectos aparentemente intrascendentes pero ayudan a entender la obra”, dice Malet, que pone como ejemplo la escultura Personaje (1981), basada en una servilleta que Miró guardó impecablemente plegada ( Punto de partida de Personaje) y que también se expone junto al bronce.
Miró nunca estuvo en Latinoamérica pero estableció una relación particular con Brasil a través de su amigo João Cabral de Melo (1920-1999), poeta y diplomático a quien el artista conoció siendo cónsul en Barcelona. Cabral también se implicó con el colectivo Dau al Set y en 1950 acabó escribiendo el ensayo Joan Miró, para el cual el pintor realizó sus primeras xilografías.
La muestra podrá verse hasta el 16 de agosto en el Instituto Tomie Ohtake, antes de trasladarse en septiembre a Florianópolis. El mismo museo paulista alojó el año pasado una retrospectiva de Dalí. No es casualidad que Brasil haya recibido en tan poco tiempo exposiciones de dos catalanes universales, ya que la iniciativa corre a cargo de Abertis a través de Arteris, su filial brasileña en el negocio de las autopistas.