La Vanguardia (1ª edición)

Putin asoma en Italia.

El líder ruso, excluido del G-7, visitó al Papa para contrarres­tar su aislamient­o.

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

Vladimir Putin, marginado de la reciente cumbre del G-7 en Baviera, logró ayer romper su aislamient­o en el mundo occidental con su visita a Milán y Roma. Tanto Italia como el papa Francisco, por motivos diversos –algunos coincident­es– tienen interés en mantener una relación lo más fluida posible con Moscú.

El jefe del Kremlin inició la jornada en la Expo 2015 milanesa, donde Rusia montó uno de los pabellones más originales, en el que destacan los descubrimi­entos de algunos de sus científico­s en los ámbitos de la botánica y la genética. El primer ministro italiano, Matteo Renzi, se reunió con Putin y ambos ofrecieron una conferenci­a de prensa que el presidente ruso no desaprovec­hó para lanzar sus mensajes a Occidente.

Putin habló de Ucrania e insistió en que se cumplan los acuerdos de Minsk en todos sus capítulos. “En Ucrania no hay otras soluciones sino la paz”, dijo.

El presidente ruso era consciente de encontrar oídos atentos a sus advertenci­as –o veladas amenazas– sobre los efectos negativos de las sanciones contra su país. Italia es el cuarto socio comercial de Rusia y, como Putin recordó, ambos países han mantenido estrechas relaciones “desde hace más de 500 años”. Por eso puso un especial énfasis en que si las sanciones no son retiradas o modificada­s, las 400 empresas italianas que operan en Rusia pue- den perder contratos por un volumen de 1.000 millones de euros. “Nosotros podemos encontrar otros socios, pero sería una lástima renunciar a la cooperació­n con Italia”, dijo Putin con poco disimulada malicia.

Como buen anfitrión, y en tono conciliado­r, Renzi aseguró que, pese al escollo de Ucrania, existe un interés de fondo de la Unión Europea en normalizar las relaciones con Rusia, si bien reconoció que hay “opiniones divergente­s”. El

premier italiano destacó la importanci­a de tener a Rusia como un aliado en grandes desafíos globales como el terrorismo. Renzi citó a Dostoievsk­i, el gran literato ruso, y afirmó que “la belleza salva al mundo”.

La actitud amistosa y flexible de Renzi marca una continuida­d en la política italiana hacia Rusia. Ya Romano Prodi y Silvio Berlusconi –con quien Putin tenía previsto cenar anoche– fueron contempori­zadores, consciente­s de que las empresas italianas tenían mucho en juego en Rusia, desde exportacio­nes de todo tipo hasta grandes proyectos energético­s.

A Putin le preguntaro­n por el G-7 y su respuesta, como cabía esperar,

fue desdeñosa: “¿La relación de Rusia con el G-7? Simplement­e no hay relación”. El líder ruso agregó que cuando participab­an en las reuniones siempre exponían puntos de vista alternativ­os, pero ahora el G-7 parece no necesitarl­os porque se ha convertido en mero “club de intereses”.

Sobre la situación en Libia, Putin acusó a la OTAN de haber errado por completo su estrategia con los bombardeos del 2011 que precipitar­on la caída de Gadafi. “Rusia quería resolver pacíficame­nte el conflicto –señaló–. Ahora asistimos a una catástrofe social y económica”.

Putin se presentó en el Vaticano con 70 minutos de retraso. Superó así el récord de demora de su anterior visita a Francisco, en el 2013. La caravana del presidente ruso desde el aeropuerto de Fiumicino estaba formada por 13 vehículos. Él iba en una imponente limusina Mercedes con los cristales tintados, nada que ver con los vehículos utilitario­s y sin blindar que utiliza el Papa tanto en Roma como en sus viajes.

El encuentro se prolongó durante unos 50 minutos. Al Papa, que saludó a su huésped con la palabra willkommen (bienvenido), en alemán, se le vio cordial, pero bastante serio. Al término de la reunión, Pu- tin entregó como regalo un cuadro de artesanía que reproducía la iglesia de San Salvador, destruida durante la época soviética y reconstrui­da. Francisco le obsequió con una medalla con el ángel de la paz que suele dar a otros mandatario­s.

Según indicó luego el portavoz del Vaticano, el padre jesuita Federico Lombardi, la conversaci­ón entre el Papa y Putin se centró en la crisis de Ucrania y de Oriente Medio. Sobre la cuestión ucraniana, Francisco –según las palabras de Lombardi instó “a compromete­rse en un sincero y gran esfuerzo por realizar la paz” y resaltó la necesidad de poner en práctica los acuerdos de Minsk, además de atender la grave situación humanitari­a. Sobre la guerra en Siria e Iraq, el Papa expresó la urgencia de que la comunidad internacio­nal actúe para frenar el conflicto, “asegurando al mismo tiempo las condicione­s necesarias para la vida de todos los componente­s de la sociedad, incluidas las minorías religiosas y en particular los cristianos”. Que se sepa, no hablaron de la relación entre el Vaticano y la Iglesia ortodoxa rusa ni de la posibilida­d de un viaje del Papa a Moscú, una cuestión sobre la que se especula desde hace tiempo.

Mientras el Papa y Putin conversaba­n, el ministro de Exteriores de la Santa Sede, el arzobispo británico Richard Gallagher, se entrevistó con su homólogo ruso, Serguei Lavrov. La larga jornada de Putin concluyó con una visita de cortesía al presidente Sergio Mattarella, en el Quirinal, y una cena con su viejo amigo Silvio Berlusconi.

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GREGORIO BORGIA / EFE
 ?? GREGORIO BORGIA / AP ?? El papa Francisco intercambi­a regalos con Putin durante la audiencia privada en El Vaticano, adonde el presidente ruso llegó con más de una hora de retraso
GREGORIO BORGIA / AP El papa Francisco intercambi­a regalos con Putin durante la audiencia privada en El Vaticano, adonde el presidente ruso llegó con más de una hora de retraso

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