Valls paga el billete de sus hijos e intenta cerrar el ‘Barçagate’
Cubierto por Platini, el primer ministro dice que no repetiría su viaje a Berlín
¿Qué decir de lo que la prensa francesa, con manifiesta desmesura, ya denomina como Barçagate? Ante todo que es una triste minucia. Triste porque no resiste comparación alguna con el espectáculo español. Minucia porque se trata de algo verdaderamente pequeño, no ya con la corrupción que impera en otras latitudes sino con los procedentes de otros políticos franceses, comenzando por el propio expresidente de la República Nicolas Sarkozy.
El primer ministro, que es un hincha del Barça, se fue el sábado en avión oficial a Berlín para asistir a la final de la Champions. De paso embarcó a sus dos hijos en el pequeño avión Falcon. Dos hijos de un matrimonio anterior a los que Valls, obviamente un hombre ocupado, ve poco. Llevarse a los hijos era algo humanamente comprensible, pero fue precisamente eso lo que convirtió el asunto en escándalo.
Por eso ayer, de visita en el lejano departamento de ultramar de La Reunión, Valls, que hasta ahora se mantenía en un ibérico “mantenerla sin enmendarla”, dio marcha atrás, incidiendo precisamente en eso.
Sin reconocer error en su conducta de desplazarse a Berlín, Valls aludió a una más bien oscura “diplomacia deportiva” que parece haber sido simple camuflaje: una presunta “reunión con el presidente de la UEFA”, el también francés Michel Platini, para hablar de la Eurocopa 2016 que se celebrará en Francia. La reunión no figuraba en la minuciosa agenda de sus encuentros que el servicio de prensa de Valls envía semanalmente a los periodistas. Una fuente de la UEFA declaró al semanario Le Canard En
chainé que tal reunión simplemente no existía. Mientras tanto, François Hollande había cubierto a Valls asumiendo esa versión de la “reunión de trabajo” en el Estadio Olímpico berlinés. El martes el propio Platini cubrió a Valls confirmando la reunión, pero el asunto continuaba siendo poco estético: olía demasiado a un capricho de hincha valorado en 14.000 euros, precio del flete del avión.
Así las cosas, Valls suelta lastre. Se declara “sensible” a ese 77% de franceses que se declara sorprendido por el asunto, según sondeos, admite que “si tuviera que volverlo a hacer, no lo haría”, defiende su “viaje oficial” y anuncia que reembolsa el importe de los billetes de sus dos hijos, única mancha admitida: 2.500 euros.
“Quiero cerrar esta polémica para concentrarme en lo esencial”, dijo. La intención es acabar con éste su primer gran error de imagen desde que llegó a su cargo el año pasado. La derecha no está de acuerdo y quiere sangrarle.
“No creo que baste: el Estado no debe pagar el viaje a un hincha del Barça”, dice el diputado de Los Republicanos (antes UMP), Bernard Accoyer.
“Ha necesitado cinco días y un sondeo definitivo para que comprenda la emoción de los franceses”, dice el exministro de Sarkozy Xavier Bertrand. “Todo el mundo hace tonterías en el ejercicio de sus responsabilidades, pero si no se entiende que los franceses ya no soportan más la menor vulneración, es que no se entiende nada”. Siendo una minucia, este cutre
Barçagate contrasta con aquella “República ejemplar” que François Hollande prometió a los franceses, hartos de los excesos de Sarkozy, en el 2012. Los socialistas han tenido hasta ahora el caso del fraude fiscal del ministro del Presupuesto, Jerôme Cahuzac; el caso de los ingresos no declarados del secretario de Estado de Comercio Exterior, Thomas Thévenoud. Aún están lejos de lo que hicieron sus adversarios cuando estaban en el poder.
“El Estado no debe pagar el viaje de un hincha del Barça”, reprocha un diputado de la derecha