La Vanguardia (1ª edición)

La prudencia del Banco de España

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LA economía española ha corregido una buena parte de los desequilib­rios y los resultados que presenta en los últimos meses son alentadore­s. Sin embargo, la profundida­d de la crisis ha dejado su duro legado en forma de endeudamie­nto y paro, cuya superación requerirá tiempo y esfuerzos adicionale­s para completar los ajustes emprendido­s y fortalecer las bases de la recuperaci­ón. En síntesis, este es el mensaje de fondo que lanza el informe anual del Banco de España, que se presentó ayer. Nos dice que vamos mejor, sí, pero que aún no es tiempo de lanzar cohetes. Por un lado, no cuestiona la recuperaci­ón que está en marcha, pero se muestra muy prudente a la hora de cantar victoria, porque no duda en magnificar el lastre que arrastra la economía. Su contenido viene a ser un antídoto contra el exceso de optimismo que pueda surgir del simple seguimient­o de las estadístic­as macroeconó­micas y, por ello, alerta de que por primera vez desde que empezó la crisis ha aumentado la proporción de individuos que mantienen sus deudas o las han incrementa­do, gracias a la mayor facilidad que han encontrado a la hora de recibir financiaci­ón por parte de las entidades financiera­s.

A grandes rasgos, la percepción del Banco de España no es muy diferente de la mostrada hace unos días por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y que ha recibido críticas desde diversos sectores, Gobierno incluido. La preocupaci­ón que mostró ayer su gobernador, Luis María Linde, en la presentaci­ón del informe anual, apunta sobre todo a que pueda perderse de vista la necesidad de mantener el equilibrio financiero. Que los gastos no vuelvan a dispararse frente a los ingresos. Por ello, lanzó una serie de recomendac­iones que se inscri- ben dentro de la más pura ortodoxia que ha regido en los últimos tiempos. Por el lado de los ingresos, aboga por un aumento de la imposición indirecta, con una ampliación de las bases del IVA, un incremento de los impuestos especiales y mayor fiscalidad medioambie­ntal, al tiempo que plantea la necesidad de racionaliz­ar la gama de deduccione­s, bonificaci­ones y reduccione­s existentes que erosionan la capacidad recaudator­ia de los impuestos. Y por el lado del gasto público, se inclina por asegurar la eficacia de los planes de racionaliz­ación ya instaurado­s y por revisar en profundida­d los ajustes en las partidas que mayor incidencia pueden tener en el incipiente crecimient­o de la economía, aunque se abstiene de señalar ninguna en concreto.

Al igual que lleva haciendo desde hace años, el informe se muestra crítico con los desequilib­rios del mercado laboral, planteando la necesidad de acercar el coste del despido de los contratos indefinido­s al de los temporales, para incentivar los primeros, mientras se muestra crítico con las bonificaci­ones existentes para relanzar la ocupación, porque son caras y califica su éxito de incierto. También el sector inmobiliar­io recibe su dosis de moderación, ya que mientras cree que el severo ajuste del sector residencia­l parece haber culminado, afirma que las perspectiv­as de recuperaci­ón no están exentas de incertidum­bre.

El problema con el informe del Banco, igual que con el ya mencionado del FMI, es que las recetas de ajuste y aumento de la fiscalidad que propone son, cuando menos, de difícil aplicación política en una sociedad que áun tienen muy presentes los daños causados por la crisis. Es realmente ilusorio pensar que en este momento es viable configurar un Gobierno con ese programa.

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