La nota de Luis Enrique
Llevamos tal catarata de emociones quienes procesamos la fe azulgrana que volvemos a correr el riesgo de acostumbrarnos como ya nos pasó tras el primer triplete en el 2009. De todos modos es sensacional comprobar que el aficionado medio del Barça ha adoptado la ambición, y no el temor divino, como combustible en su hoja de ruta cotidiana. Incluso cuando no hay motivos absolutos para la confianza total (ya se sabe que hasta ahora el socio sólo se relajaba cuando veía sobre el césped una máquina perfecta), el barcelonista de nuevo cuño pisa más fuerte, más decidido, sin tanta inquietud ante lo que pueda pasar el año que viene. Y esa inyección de moral con una dosis de madurez ganadora dispara también la confianza del equipo. Instalados pues como estamos en ese bucle de majestuosa felicidad ha llegado el momento de ser consecuentes con el análisis del curso. La temporada ha finalizado como nadie esperaba al principio de la misma. Del primer aficionado al último, del último mono de la plantilla hasta el propio Messi. Y por supuesto, estoy convencido que ni el propio Luis Enrique pensó que esa gesta que ha conseguido iba a materializarse. Es de justicia felicitar al técnico por todo lo alcanzado. Del mismo modo que el asturiano ha sido la diana en los ásperos días de crítica –necesaria y oportuna desde mi punto de vista–, ahora debe recibir todos los parabienes. Pero felicitar sinceramente a Luis Enrique no puede ocultar los momentos de desajuste que tuvo el equipo durante una parte de la temporada que provocaron la incertidumbre y la crítica de una parte del barcelonismo y de la prensa hacia el técnico. Me alegra enormemente que los malos augurios que desprendía el equipo hayan sido dinamitados por los cambios orquestados por el técnico, por la nueva mentalidad de los jugadores, por la inclusión de esa mezcla ganadora que es la actitud y la aptitud en la vida diaria del equipo. Genial. Pero ni la borrachera de títulos ni la magnífica reacción del colectivo azulgrana debe hacernos olvidar que cuando hubo críticas fue por algo. Luis Enrique ha hecho bien de seguir en el club e incluso ampliar su contrato. En su duro y mágico primer año ha podido comprobar como entrenador que el Barça no tiene nada que ver con sus anteriores experiencias en un banquillo. Aquí se pasa de diablo a santo en un periquete. Es injusto pero es el ADN de nuestra sacrosanta institución. Adaptarse a esa circunstancia y haber sabido aguantar hasta dar la vuelta a la tortilla es para mí lo más meritorio del trabajo de Luis Enrique. Al final su tarea con el equipo y su capacidad para aceptar cosas que a lo mejor al principio de temporada no hubiera ni contemplado le han engrandecido. Sólo deseo que siga con su fórmula.
Su tarea tiene gran mérito, pero sin olvidar que las críticas fueron oportunas