Grecia: agotado pesimismo
Cuatro meses ya de discusión entre Grecia y sus acreedores, pero ahora acercándose a un cierto final. Porque, antes de julio, habría que acordar la prórroga del rescate y abonar los 7.200 millones de euros pendientes, y con ello permitir pagos al FMI por 1.500 millones de dólares y amortización de 3.500 millones de euros de bonos griegos que vencen este mes y abrir un nuevo rescate. Nuevas fechas límite que hoy se han desplazado al 20 de junio, cuando habría que pagar bonos en manos del BCE. Y el encuentro del pasado miércoles entre Tsipras, Merkel y Hollande, que parecía el definitivo, no dio resultados: Grecia promete reducir el déficit público, pero no concreta cómo.
El cansancio de esta larga negociación y el creciente convencimiento de que, quizás, no habrá solución al final, está agitando las aguas de la banca griega. Entre sus depositantes se ha extendido la preocupación de que una solución, parcial y provisional, a la salida del euro puede ser un corralito similar al chipriota del 2013: controles de capital, límites a las extracciones bancarias y duro impuesto a los depósitos de más de 100.000 euros. Ello explica la acelerada retirada de imposiciones bancarias, con una parte de ese dinero dirigiéndose a la compra de bienes de lujo (las de vehículos de gama alta se han disparado) o a inversiones financieras en otros países. Con ello, desde que los temores comenzaron en diciembre pasado, han abandona-
La posición alemana se acerca, cada vez más, a un ultimátum: o lo toman o lo dejan; Grecia parece haber evaluado mal sus cartas
do la banca griega unos 30.000 millones de euros, un 18% de su PIB. Es como si, en España, se hubieran retirado 195.000 millones de euros de depósitos.
Estén atentos a las tres lecciones de este nuevo episodio. Primero, el relativo optimismo que ha presidido las negociaciones anteriores se está disipando y la posibilidad de no hallar un acuerdo final parece cada vez más real. Segundo, también queda más claro quién manda en Europa, por si había alguna duda: la reunión que debía desbloquear la situación fue entre Tsipras y Merkel-Hollande, y no con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Junker, ni con el del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem. Quiere ello decir que los apoyos que Grecia hubiera suscitado entre pequeños países de la UE se alejan, o se han perdido. Y que la posición alemana se acerca, cada vez más, a un ultimátum: o lo toman o lo dejan. Finalmente, Grecia parece haber evaluado mal sus cartas. Cierto que nadie desea que abandone el club un socio geopolíticamente tan bien ubicado. Pero quizás han llevado el conflicto a un extremo tal que, sin importantes renuncias por su parte, puede no tener ya solución.
No es extraño, pues, que las turbulencias financieras regresen. Cierto que Grecia acabará teniendo, por activa o por pasiva, una nueva reducción de su deuda. Pero hoy este no es el debate. La discusión, ahora y aquí, es acerca de cómo se cumplen las reglas de un club que, sin ellas, simplemente dejaría de funcionar. Ahí Grecia no lo tiene fácil. Ni tampoco Alemania.