El Rey presionó a la infanta para que dejara el ducado
Entre los motivos, la apertura de juicio y el nuevo gobierno en Palma La Zarzuela y Cristina de Borbón se atribuyen la iniciativa
Tres circunstancias coincidentes hicieron de ayer el día D del fin de la etapa de la infanta Cristina como duquesa de Palma: la inminente formación del nuevo consistorio de la ciudad de Palma; la proximidad del primer aniversario del reinado de Felipe VI y el 50º cumpleaños de doña Cristina, enmarcadas en la voluntad del Rey de hacer un claro gesto de la Corona ante la próxima apertura del juicio oral del caso Nóos, que sentará en el banquillo a la infanta Cristina como colaborara necesaria en dos delitos fiscales, presuntamente cometidos por su marido, Iñaki Urdangarin.
Los plazos dados a la hermana menor del Rey durante el anterior reinado y más intensamente desde la proclamación de don Felipe para que tomara la iniciativa apartándose voluntariamente del círculo real para liberar a la Corona de la presión que ha supuesto en caso Nóos, se agotaron el pasado jueves. Por la mañana, don Felipe decidió tomar la iniciativa y puso en marcha el mecanismo legal que requería la publicación en el BOE con su firma y la rúbrica del presidente del Gobierno.
La Zarzuela esperó a las 22.30 de la noche del jueves para hacer pública la decisión del Rey que aquella misma tarde había llamado a su hermana Cristina para comunicarle su determinación de quitarle su título. Según fuentes de la Casa del Rey, horas después de hablar con su hermano, la aún duquesa de Palma envió, vía correo electrónico, una carta escaneada, fechada en Ginebra el 1 de junio, en la que de su puño y letra, ofrecía su renuncia al título nobiliario que don Juan Carlos le había concedido el 26 de septiem- bre de 1997, pocos días antes de su boda con el jugador de balonmano Iñaki Urdangarin. Con la carta manuscrita, doña Cristina intentaba cubrir el expediente, renunciando al ducado de Palma in extremis antes de que se lo quitaran. La existencia de esa carta manuscrita se conoció ayer por la mañana de boca de Miquel Roca, abogado de la infanta, quien aseguró que carta estaba fechada el 1 de junio, aunque no precisó el momento en el que fue enviada a la Zarzuela. Según otras fuentes, la infanta tenía preparada la carta, que redactó junto a sus abogados, desde hacía varias semanas después de haber aceptado renunciar al ducado como mal menor ante las reiteradas peticiones de que renunciar a sus derechos sucesorios como infanta de España pero efectivamente no la envió al Rey hasta que tuvo constancia de que, en cualquier caso, la publicación en el BOE de la revocación era inminente.
La decisión del Rey, a quien se le había agotado la paciencia, se tomó antes de que la infanta le comunicara oficialmente su intención de renunciar. El Rey se había propuesto adelantarse a la previsible petición del nuevo consistorio de Palma de Mallorca, que hoy se constituye, y que ya había anunciado su intención de solicitar al monarca la revocación del título que con el nombre de la ciudad ha llevado su hermana durante casi 18 años. La segunda circunstancia por la que el jueves el Rey despojó de honores nobiliarias a su hermana tiene un gran valor simbólico ya que, a las puertas del primer aniversario en el trono, quería reafirmarse en los principios de ejemplaridad y transparencia con los que marcó el inicio de su reinado. No ha sido una decisión fácil, porque el rotundo gesto institucional llevaba emparejado un desagarro familiar que ha hecho aún más profunda la brecha abierta entre don Felipe y su hermana.
La última circunstancia es anecdótica pero significativa ya que hoy doña Cristina cumple 50 años y estaba previsto que tanto la reina Sofía, como la infanta Elena y otros familiares se desplazaran a Ginebra para compartir el día con doña Cristina. Lo seguirán haciendo, pero más que nunca su presencia será a título estrictamente personal y familiar.
En los últimos meses, doña Cristina había hecho amagos de renunciar al título de duquesa de Palma pero no a su condición de infanta e incluso, en las ocasiones
Desde la imputación de Urdangarin, la Zarzuela ha buscado un gesto de la infanta El abogado Miquel Roca asesoró a doña Cristina en el redactado de la carta
en las que tanto su padre como su hermano le plantearon la cuestión, llegó a comprometerse a hacerla efectiva antes del inicio del juicio oral pero la renuncia nunca llegaba. La infanta consultó a su abogado Miquel Roca sobre el paso a dar y éste, como confirmó el mismo ayer por la mañana, le aconsejó presentar al rey Felipe su renuncia al ducado de Palma ya que no tenía ninguna consecuencia procesal. Ayer por la mañana, Miquel Roca aseguró a las puertas de su despacho en Barcelona que la renuncia de doña Cristina se produjo antes de la decisión de don Felipe de revocar el título a su hermana: es decir, que la publicación de la revocación en el BOE era la consecuencia legal tras la renuncia expresa de doña Cristina.
Las palabras del abogado causaron la inmediata reacción de la Zarzuela, cuyos portavoces, que en ningún caso tuvieron conocimiento de la existencia de una carta previa, ratificaron que la misiva llegó a manos del Rey el mismo jueves, a última hora de la tarde, después de que don Felipe llamara a doña Cristina para comunicarle su decisión.
El jueves por la noche al comunicar la decisión del Rey, la Zarzuela recalcó que no se trataba de un gesto improvisado, sino largamente meditado. Tan pensado que ha estado, al menos once meses y tres semanas, encima de la mesa del Rey, desde el mismo día de su proclamación. El día antes, tras la abdi- cación de don Juan Carlos, las infantas Elena y Cristina, así como sus hijos e Iñaki Urdangarin, dejaron de ser legalmente miembros de la familia real. En los escasos contactos que el Rey ha tenido con su hermana, siempre en privado y gracias a la intermediación de su madre, la reina Sofía, o a través de su padre, el rey Juan Carlos, siempre ha planeado la reiterada negativa de doña Cristina a aceptar la posibilidad de ofrecer su renuncia a los derechos dinásticos, que, como la abdicación de don Juan Carlos, depende exclusivamente de la voluntad de la infanta y exige, además, a falta de una ley de la Corona, de la aprobación del Parlamento. Don Juan Carlos, que lo hizo cuando era Rey y que lo ha seguido haciendo tras su abdicación, ha intentado convencer a su hija sin obtener ningún resultado. De hecho, en su carta de renuncia al ducado, la hermana del Rey no hace ninguna referencia a la Corona, pero ofrece un dato significativo al firmar como “Cristina, infanta de España”.