La Vanguardia (1ª edición)

Saná, patrimonio de la humanidad, blanco de los bombardeos saudíes

Dos meses y medio de campaña aérea no doblegan a los rebeldes hutíes

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Nada ni nadie escapa a los estragos de la guerra civil, a los bombardeos de la aviación saudí y la ofensiva de los rebeldes hutíes. Yemen lleva dos meses y medio bajo el fuego de dos bandos incapaces de asestar el golpe definitivo. Han muerto más de 2.500 personas, hay más de 11.000 heridos y medio millón de desplazado­s. La destrucció­n, lenta y monótona, hace días que ha perdido su espacio en los medios de comunicaci­ón internacio­nales, y si ahora aflora es por la destrucció­n, en el centro de Saná, de cinco edificios medievales. Se hundieron ayer, de madrugada, en circunstan­cias no aclaradas. Seis personas murieron mientras dormían.

La ciudad vieja de Saná es patrimonio de la humanidad. Lleva más de 2.500 años habitada. Seis mil edificios de viviendas, todos construido­s antes del siglo XI con arcilla húmeda, compiten en altura. Tienen siete, ocho y más pisos. Cuanto más altos, más nobles son las estancias. El diwan, por ejemplo, sirve para ceremonias y recepcione­s, y por encima de él, el mufraj, el salón más elegante, en lo más alto del edificio, con ventanas de colores y salida a una terraza. Los hombres se reúnen allí al atardecer. Beben té, fuman tabaco en pipas de agua y mastican chat sin prisas, a veces con música y poesía, mientras cae el sol y cantan los almuédanos. Son atalayas de gravedades espesas, capaces de frenar el tiempo y redistribu­ir la felicidad.

Desde aquí, desde esta Arabia Félix, se expandió el Islam y su valor es tan grande que Irina Bokova, directora de la Unesco, no escondía ayer su desolación. “El alma del pueblo yemení –declaró- está en la herencia de Saná, símbolo de una historia milenaria del conocimien­to que pertenece a toda la humanidad”.

Hace unos días, las bombas cayeron sobre Marib, supuesta capital del reino de Saba. Luego destruyero­n por completo el museo arqueológi­co de Dhamar, otra ciudad con más de dos milenios de historia.

Arabia Saudí niega que sus aviones hayan causado tanta destrucció­n. “No hemos atacado la ciudad vieja de Saná”, aseguró un portavoz militar, pero parece muy improbable que los rebeldes hutíes, que controlan la capital del Ye- ma puso entonces a Yemen como ejemplo de transición pacífica a la democracia. Tres décadas de autarquía y corrupción iban a ser sustituida­s por un Estado de derecho funcional. Saleh y los suyos, sin embargo, nunca se fueron del todo, y encontraro­n en los hutíes un aliado natural para recuperar el poder. La guerra, desde entonces, ha ganado intensidad mientras las unidades de Al Qaeda se frotan las manos en sus bases del interior.

Los contendien­tes se verán las caras mañana domingo en Ginebra. Será la primera vez y se reúnen a instancias del secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, alarmado por la situación catastrófi­ca de la población.

El presidente yemení, Abd Rabbo Mansur Hadi, refugiado en Riad, asegura que se trata sólo de consultas para aplicar la resolución de la ONU que obliga a los hutíes a devolver el territorio conquistad­o –Saná incluida– y a permitir el regreso del Gobierno. Los hutíes, que empezaron luchando por la autonomía Saada, la región que habitan en el norte del país, han acabado desequilib­rando aún más el maltrecho mapa de Oriente Medio. Cuentan con el apoyo de Irán en un conflicto que puede leerse como un choque más entre sunismo y chiismo.

Ban Ki Mun aspira a que las partes estén dos o tres días en Ginebra y que, en todo caso, no se vayan sin antes haber acordado un alto el fuego.

Ban Ki Mun cita al Gobierno yemení y a los rebeldes hutíes el domingo en Ginebra

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