La Vanguardia (1ª edición)

El Quirinal no quiere ser ‘casta’

- EUSEBIO VAL

LRoma. Correspons­al a etiqueta de la casta cuelga en todas las institucio­nes italianas. Por los altos salarios, por los privilegio­s, por las llamadas pensiones de oro y por los odiosos auto blu, esa extensísim­a flota de vehículos oficiales, con su luz intermiten­te azul, que piden paso con arrogancia en calles y carreteras. Eso explica que un partido tan rupturista y anticasta como el Movimiento 5 Estrellas (M5E), pese a las excentrici­dades de su peculiar líder, Beppe Grillo, fuera todavía la segunda fuerza política en las pasadas elecciones regionales.

A pesar de que Giorgio Napolitano fue un presidente de la República muy popular, el Quirinal no se libró de las invectivas y hubo de reducir gastos. Antes se había publicado un libro en el que se aseguraba que la presidenci­a italiana costaba mucho más dinero que la monarquía británica.

Consciente de que el país reclama austeridad de los políticos y más transparen­cia, y de que el papa Francisco es un modelo admirado, Sergio Mattarella, recién llegado al Quirinal, quiso dar inmediato ejemplo. Renunció a su pensión como profesor universita­rio y viaja los fines de semana a su Palermo natal en avión de línea y no en un reactor de la Fuerza Aérea.

La última iniciativa de Mattarella ha sido abrir el suntuoso palacio a los visitantes, para convertirl­o en un verdadero museo, una atracción turística más para Roma. Hasta hace poco el público podía visitar il Colle (la colina) –como se llama popularmen­te al Quirinal y a la institució­n que alberga– un domingo al mes. A partir del 23 de junio será posible recorrer sus salones cinco días a la semana. Además en los bajos del enorme edificio –de más de 110.000 metros cuadrados– se instalarán te salón de los Corazzieri (los guardias presidenci­ales), la capilla Paolina –que hizo construir el papa Pablo V y tiene las mismas proporcion­es y caracterís­ticas que la Capilla Sixtina–, el salón de las Fiestas (donde juran los gobiernos tras constituir­se) y el despacho presidenci­al.

Está previsto abrir asimismo la galería de Alejandro VII, con los frescos del grupo de artistas dirigido por Pietro da Cortona. Este espacio fue dividido en tres ambientes en 1812 cuando Napoleón proyectó instalar allí su cuartel general romano, cosa que nunca sucedió.

Mattarella concretó los planes de la apertura del palacio el pasado día 2, fiesta de la República, en la que se conmemora el referéndum de 1946 por el que se abolió la monarquía. Nadie esperaba que realizara el anuncio. El nuevo presidente es un hombre muy discreto, serio y parco en palabras. Su actitud corporal lo delata. Se le vio muy incómodo, por ejemplo, en el reciente encuentro que mantuvo en el palacio de Buckingham con la reina Isabel II. Otra anécdota reveladora se produjo en la ceremonia de entrega de los trofeos después de la final de la Copa Italia, hace unos días en el estadio olímpico de Roma. Mattarella estaba en el grupo que daba las medallas y saludaba a los jugadores del Juventus y del Lazio. Muchos de los futbolista­s –y no sólo los extranjero­s– pasaron de largo y ni siquiera le dieron la mano. No fue un gesto de desprecio. Simplement­e ignoraban quién era ese señor algo encorvado, de cabello blanco, que no se atrevía a asumir ningún tipo de protagonis­mo. Tal vez el primer paso para dejar de ser casta sea pasar desapercib­ido.

Antigua residencia de los papas, el suntuoso palacio presidenci­al se convierte en museo

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FILIPPO MONTEFORTE / GETTY

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