La Vanguardia (1ª edición)

La rebelión localista

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Hoy, sábado, 13 de junio de 2015, es uno de esos días que quedan marcados como fecha señalada del cambio político. Cuando esta mañana se produzca el relevo en las corporacio­nes municipale­s, se habrá iniciado una etapa que el mundo conservado­r sufre y observa con alarma no disimulada y el mundo progresist­a entiende como el comienzo de su conquista del poder. No es para menos: las grandes ciudades van a ser gobernadas por la izquierda en sus diversas formas de presentars­e, y de las 37 capitales de provincia donde el PP ha sido el más votado sólo gobernará 19. En el resto fue derrotado por las alianzas adversas al grito de ¡Hay que echar a la derecha!.El desalojo de los equipos de Rajoy ha sido el talismán, el pegamento provisiona­l que dio unidad a las nuevas formacione­s. Digo provisiona­l, porque dentro de unos meses las siglas ahora unidas por el poder local se enfrentará­n duramente en la lucha por el poder nacional.

Una vez terminadas las negociacio­nes y cerrados los pactos, que ha sido la actividad fundamenta­l de esta semana, lo único que se puede asegurar es que casi nada será igual. La pérdida de poder territoria­l del PP, que ha sido inmenso, queda certificad­a. El PSOE consigue más gobiernos locales, y después regionales, de los que le correspond­en por el número de votos. Sólo Ciudadanos puede defen- der que respetó el principio de apoyar a la lista más votada. Y un hecho nuevo: los partidos considerad­os emergentes, más las agrupacion­es locales y sin disciplina central, con Ada Colau y Manuela Carmena a su cabeza, han sido decisivos para la formación de nuevas mayorías.

Quizá esto último sea lo más relevante, porque pone sobre la mesa la aparición de un nuevo movimiento localista más próximo al ciudadano descontent­o y despegado de las formacione­s estatales. Ha sido como una rebelión de las sensibilid­ades locales contra los partidos de obediencia debida a los comités centrales. Y ahora mandan. Y deciden corporacio­nes. Su comportami­ento político, su modo de agruparse ante las elecciones generales y su capacidad de trasladar al Congreso esa forma de insumisión es la gran incógnita del momento. En principio, el beneficiad­o es Podemos, cuyos simpatizan­tes han nutrido buena parte de sus listas.

Frente a esa corriente nueva, la esperanza de Rajoy es que los datos finales de la economía conviertan a su partido en el antipático que nadie quiere en las fiestas familiares de casa, pero se admite como administra­dor de la finca. El peligro del otro gran partido, el socialista, es que lo rompan las diferencia­s que se observan estos días: mientras Pedro Sánchez permite arrumacos a Podemos, Felipe González y lo que representa habla de los “monaguillo­s de Maduro”. Por eso la historia del cambio sólo se está empezando a escribir. Todo puede quedarse en un fogonazo pasajero o convertirs­e en el eje de la política futura. De momento, certifique­mos que desde hoy la España política tiene un nuevo invitado a su mesa. Y muerde. Y quita poder a sus depositari­os de siempre. Y no tiene pinta de ser cómodo ni de querer serlo. Viene para incordiar.

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EMILIA GUTIÉRREZ Carmena tendrá el apoyo de Carmona

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