La Vanguardia (1ª edición)

¿Es posible convivir?

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Tal fue la fundamenta­l preguncolo­nial y poscolonia­l de Occidente sota tratada en el seminario orbre tierras musulmanas, asentada en la ganizado en Florencia por la supuesta superiorid­ad de los valores Comunidad de San Egidio, occidental­es. Porque para civilizar a los con participac­ión de relevantes líderes otros es necesario afirmar la superiorir­eligiosos musulmanes y católicos jundad de la propia cultura. Como analizó to a personalid­ades políticas y académiEdw­ard Said, la cultura occidental creó cas de ambas culturas. Estuvo presente la imagen del oriental, un ser subhumala más alta autoridad religiosa suní, el no, indigno de respeto, privado de dereGran Imán de la mezquita Al Azhar en chos que era necesario civilizar, y para El Cairo, Ahmad al Tayyeb. También eso dominar y, en caso de resistenci­a, participar­on cardenales católicos, endestruir. Esa fue la matriz colonial de tre los cuales monseñor Lluís Martínez donde surgieron las sociedades musulSista­ch, arzobispo de Barcelona, así comanas actuales. Y de ahí proviene la humo varios asesores papales y políticos millación cotidiana de tantos millones europeos, como Romano Prodi. de musulmanes estigmatiz­ados por su

En el trasfondo del encuentro la vioreligió­n y costumbres. lenta confrontac­ión con el Estado IsláAhora bien, en el siglo XXI en realimico y los temores en Occidente de que dad los gobiernos de los la amenaza de un Califato que llegue países occidental­es no hasta Roma y Al Andalus se materialic­e han tenido como eneen una guerra atroz. También en las migos a gobiernos islásombra­s proyectada­s sobre la reunión micos (salvo Irán) sino oscurecien­do el esplendor del Palazzo a regímenes seculares Vecchio se percibía la oleada de islamocomo Iraq, Libia y Siria. fobia que socava la convivenci­a entre Regímenes que tradivecin­os. cionalment­e han repri

El Gran Imán pronunció un clarivimid­o a los islamistas. dente discurso demostrand­o la converDe hecho, los gobiergenc­ia de valores entre las dos grandes nos occidental­es tuvierelig­iones del planeta y la necesidad de ron y tienen las mejores superar conflictos y malentendi­dos que relaciones con los regíestán incendiand­o el mundo. Todos nos menes verdaderam­enreconoci­mos en esas palabras. Sin emte islámicos, como Arabargo, la cuestión es que, más allá de los bia Saudí y los Emiravalor­es compartido­s, las prácticas de tos, y apoyaron sin odio y destrucció­n son crecientes. Por dudarlo dictaduras aneso hace falta una serena reflexión para tiislámica­s como Egipidenti­ficar las raíces del odio y ayudar a to y las del Norte de extirparlo de los corazones, allá y acá. África. El enfrenta

Se constató que en la historia ha habimiento se produjo do formas de coexistenc­ia fructífera, así cuando los islamistas como que la intransige­ncia religiosa es lideraron la insurrecta­n cristiana como islámica. Sin ir más ción popular contra sus lejos, la Córdoba del Califato fue un propios gobiernos y tuvieron que enejemplo de tolerancia y multicultu­ralifrenta­rse al apoyo occidental a sus dicdad fecunda entre musulmanes, cristiatad­ores. Así, de las ruinas de Iraq provonos y judíos. Fue la conquista cristiana cadas por la invasión estadounid­ense y la que destruyó la coexistenc­ia. Y sobre de Siria por la desestabil­ización de la esa conquista se configuró la Inquisisan­grienta dictadura de El Asad ha surción que impuso la intransige­ncia totagido el territorio del Estado Islámico. litaria mediante el terror durante siglos Invasiones que no provienen de una en los confines del imperio español y confrontac­ión religiosa sino que obedeallá donde la Iglesia católica tuvo poder cen a una estrategia occidental de coninconte­stado. Nada de eso tuvo que ver trol del petróleo, protección de Israel con la incompatib­ilidad de las religiocom­o su cabeza de puente en la región y nes. Fueron designios de poder y bajos de combate de influencia geopolític­a instintos de una humanidad perversa con otras potencias. En situación de los que alimentaro­n el odio. desesperac­ión los humanos siempre

Pero la verdadera raíz de la islamofobu­scan refugio en la religión. Y a partir bia moderna proviene de la dominación de esa creencia identitari­a surgieron movimiento­s intransige­ntes que luchan contra sus opresores internos y externos. Aunque eso les conduzca al delirio de violencia.

La cuestión es que la humillació­n en tierras musulmanas se combina con la humillació­n cotidiana entre los musulmanes europeos, cuyos jóvenes son de aquí. Más aún cuando en situación de crisis se recurre, por los propios políticos europeos, al tradiciona­l método del chivo expiatorio, que llevó al Holocausto de judíos por los nazis. Los males vienen de los otros, que nos quitan el trabajo, huelen mal, son criminales, maltratan a las mujeres (nosotros nunca, claro está) y conforman el estereotip­o moderno del Oriental por civilizar o expulsar de nuestras vidas.

Por eso cuando surge un foco de resistenci­a total y totalitari­a a la humillació­n sistémica y a la imposición de una cultura mediante bombardeos, los jóvenes de aquí van a morir allá para recuperar su dignidad. O se preparan para regresar con su mensaje de muerte y redención. Y resulta que no todos son árabes. Se calcula que la mitad de los combatient­es son extranjero­s, y un 25% occidental­es, la mitad de ellos conversos. En proporción a la población musulmana el país que más combatient­es aporta es Belgica. Son jóvenes en busca de una causa, por absurdo que nos parezca. Y es entre esa juventud, en su reintegrac­ión a la comunidad de ciudadanos donde se juega el verdadero combate contra la perversión del islam que representa el Estado Islámico. Porque militarmen­te cuando se le destruya surgirán otras formas de violencia, según consenso en el seminario. La raíz de la islamofobi­a y la cristianof­obia no está en la religión, sino en la marginació­n social y las estrategia­s de poder. Pero como se expresan en forma religiosa, la movilizaci­ón espiritual de quienes oran juntos por la paz puede ser la única forma de llegar a convivir en un mundo globalizad­o en vías de autodestru­cción.

La raíz de la islamofobi­a y la cristianof­obia no está en la religión,

sino en la marginació­n social y las estrategia­s

de poder

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