La Vanguardia (1ª edición)

Ellos lo saben

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Ellos saben y nosotros sabemos que toda esta ofensiva del Gobierno no frenará nada, sino todo lo contrario, radicaliza­rá más las posiciones. Ellos saben y nosotros sabemos que las democracia­s no pueden resolver los conflictos territoria­les con represión, aunque dicha represión se camufle en el abuso estatal de leyes y tribunales. Ellos saben y nosotros sabemos que los tribunales no pueden usar una Constituci­ón para declarar anticonsti­tucionales a millones de personas.

También saben ellos y nosotros que no encarar un problema e intentar ganar tiempo por la vía del desprecio, el ninguneo y el frontón legal nunca lo resuelve y siempre lo complica. Ellos saben y nosotros sabemos que lo de Catalunya es profundo, y que negar el conflicto no les lleva a ninguna parte. Y ellos saben y nosotros sabemos que los países serios resuelven estos conflictos con la democracia, y no con el secuestro abusivo de dicha democracia. Como también saben ellos y nosotros que la tentación de hacerle un Atutxa al president Mas por la vía de inhabilita­rlo sólo servirá para que Catalunya esté

Donde prohíben consultas, levantamos elecciones, y donde envían tribunales, ganamos razones

aún más lejos de España de lo que ya está. Ellos saben todo esto y nosotros lo sabemos, entonces, ¿a qué juegan?

Juegan a sacar pecho, a vender la idea que aún controlan la situación y de la mano del despiste, a ganar tiempo. Tiempo es lo que cree necesitar el Partido Popular, convencido de la quimérica idea que puede remontar su descalabro frenando, durante un ratito, el proceso catalán. Alguien les ha dicho que fustigar al catalán malo siempre da réditos en España.

Como, además, dan por perdido el territorio Camacho, deben salvar los muebles por tierras castizas, donde el anticatala­nismo es una seña de identidad. Pero esconder la cabeza, abusar de la ley y reprimir el conflicto en lugar de intentar negociarlo es una estrategia de vuelo gallináceo que no tiene otro recorrido que el de ganar un cuarto de hora. España tiene un conflicto grave con Catalunya y ese conflicto no nace del capricho de unos, ni de la momentánea locura de otros, ni del fanatismo patriótico de todos. Nace de razones profundas que se han ido larvando en siglos de represión y, en los últimos tiempos, en décadas de frustració­n, fatiga y desencanto. Por mucho que los líderes españoles –y no se salva casi nadie, de derecha a izquierda– hayan construido un relato vil y torticero que despoja la causa catalana de cualquier argumentac­ión solvente, para dejarla como una simple ofensiva insolidari­a, ellos saben y nosotros sabemos que estamos sobrecarga­dos de razón, y que nuestras razones son de peso. Por eso mismo, ellos saben y nosotros sabemos que donde prohíben consultas, levantamos elecciones, y donde envían tribunales, ganamos razones. Porque ellos saben y nosotros sabemos que esto va muy en serio y que ninguna represión de Estado, en la Europa del siglo XXI, puede parar la voluntad democrátic­a de un pueblo.

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