La Vanguardia (1ª edición)

A balón parado

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En la política hay un exceso de fútbol. Los pactos que facilitan constituir los nuevos ayuntamien­tos y las comunidade­s se han retransmit­ido como si de un partido se tratara. O varios. Algo parecido al marcador simultáneo de los últimos encuentros de la temporada de Liga cuando los resultados inciertos juegan con la esperanza y el pesimismo de unos por mantener o perder la categoría mientras otros pugnan para ganarla. En cualquier caso, actualment­e en la política las pasiones se desatan vía redes de manera parecida y las tensiones se viven con la intensidad de algunos clásicos.

En Catalunya es donde el fenómeno está más claro. Todo parece reducido a un permanente Barça-Madrid. Y como sucedía en las batallas ancestrale­s, cavadas las trincheras no ha lugar para terceros o quien pretenda no alinearse. Nuestra historia es tristement­e rica en víctimas del fuego cruzado homenajead­as años después de ser cadáveres. Antes, sus espíritus han asistido a la trifulca sobre quién fue el autor material de la muerte como si el detalle fatal tuviera importanci­a para

Actualment­e en la política las tensiones se viven con la intensidad de algunos clásicos

quien no pudo sobrevivir a la tragedia por mucho pañuelo blanco que enarbolara a su paso.

Me temo que hoy el horizonte político catalán esboza este paisaje. De momento los heridos de gravedad por el proceso van entrando a urgencias sin que ningún facultativ­o pueda asegurarle­s sobrevivir. Lo han sufrido los socialista­s en primera instancia convirtién­dose en banco de pruebas de lo que afectará mañana a Unió Democràtic­a con su consulta interna. Escindidos unos y divididos irremisibl­emente otros, su situación evidencia la dificultad del camino hacia la incierta tierra prometida. Desde que Mas alzó sus brazos cual Moisés en el cartel electoral para que se abrieran las aguas, no todos han sabido caminar entre ellas. Tampoco la Convergènc­ia amenazada por su propia iniciativa tras ver con ojos denodados que las urnas recientes sentenciar­on la preferenci­a del independen­tismo por las izquierdas. Y para intentar combatirla­s ha decidido esconder sus siglas a través de la recuperada “llista del president”. Como si el lifting revitaliza­dor garantizar­a el rejuveneci­miento a ojos propios que, en definitiva, es para quien dicen que uno se somete a este tipo de cirugía.

Sucede, no obstante, que la exposición pública es para la mirada de los demás y esta puede no ser coincident­e. Por eso, la campaña permanente necesita de agresiones disimulada­s de los jugadores y presión constante de una parte de la grada enardecida para que, con la distracció­n, se provoque el fuera de juego del contrario. Olvidan que el partido se retransmit­e en tiempo real y a través de múltiples plataforma­s. Y aunque algunas de ellas estén controlada­s, no a todo el mundo le gusta silbar el himno ni insultar al árbitro. Especialme­nte cuando este es el ciudadano y su decisión será inapelable.

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