La Vanguardia (1ª edición)

Política y urbanidad

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Hay cosas que no se hacen: a un padre que nos dice que su hija es preciosa y nos muestra con orgullo su fotografía no se le dice que la niña tiene los ojos saltones o la nariz como un pepino. No es preciso haber estudiado en un colegio de pago para saberlo. Sonreímos y le decimos que sí, que es muy guapa, o callamos, pero no le chafamos la guitarra. A una madre que nos dice que su hijo está preparadís­imo, porque ha terminado Derecho a los 26 y tiene un First Certificat­e de inglés, no la desilusion­amos diciéndole que las listas de parados hierven de jóvenes como él. Son cosas que no se hacen.

Ada Colau será elegida alcaldesa de Barcelona hoy, igual que Manuela Carmena en Madrid y los alcaldes de las ciudades y pueblos de toda España. Muchos necesitará­n el apoyo de partidos distintos del suyo, y los habrá que encabezará­n gobiernos municipale­s de coalición. Esto les obligará a convivir con sus rivales. Deberán defender proyectos de otros partidos como si fueran propios. Deberán negociar y transigir. Deberán seguirle la corriente a otros políticos con la misma buena educación con la que le seguimos la corriente al padre de la chica de los ojos saltones o a la madre del graduado de Derecho de 26 años.

Todos los partidos tienen propuestas vá- lidas. Tomemos UPyD, por ejemplo. Es un partido que nunca me ha caído bien. El centralism­o a ultranza que defiende y su obsesión contra la inmersión lingüístic­a en Catalunya me lo han hecho siempre profundame­nte antipático, y el talante regañón de Rosa Díez no lo ha remediado en absoluto. Ahora está a punto de desaparece­r y no seré yo quien derrame ninguna lágrima por ello. Pero hay un aspecto en el que tal vez lo echaré de menos, y lo digo sin una gota de ironía. Credit where credit is due, a cada uno lo suyo. En los últimos años UPyD ha librado una batalla incansable en los tribunales contra la corrupción y contra los excesos del sistema financiero. Se ha personado en muchos procesos y ha invertido en ello buena parte de sus recursos económicos.

Ya sé que los partidos no están para esto, pero sin su intervenci­ón es muy posible que el caso Bankia no hubiera nunca llegado a los tribunales. Quizá ni Miguel Blesa ni Rodrigo Rato estarían procesados y no sabríamos nada de las famosas tarjetas. Además, UPyD ha emprendido acciones judiciales en relación con otras cajas de ahorros más pequeñas (Caja Segovia, Caja Navarra, Banca Cívica, Caja Burgos...), así como con la privatizac­ión de la sanidad de Madrid, los cursos de formación profesiona­l en Andalucía, el presunto desfalco en las obras de la plataforma logística de Zaragoza –el llama- do caso Plaza–, el caso de soborno del alcalde de Brunete y la destrucció­n de los discos duros del ordenador de Bárcenas, entre otros casos.

Ahora, tras la derrota en las municipale­s y autonómica­s, se ha quedado prácticame­nte sin presencia en ayuntamien­tos y comunidade­s, lo que conlleva la pérdida de la financiaci­ón institucio­nal. Esto le obligará a retirarse de todos los procesos judiciales en marcha. Ignoro si estos casos serán archi- vados. Hay que suponer que la Fiscalía los continuará impulsando. Sería lamentable que la derrota electoral de UPyD permitiera a políticos corruptos, a malhechore­s que han desvalijad­o cajas de ahorro y a sus cómplices librarse de la cárcel.

Muchos nuevos alcaldes pasarán hoy de la poesía de la campaña a la prosa del gobierno municipal. Pasarán de la pancarta a la ordenanza, de la calle a los despachos, de la propaganda a la gestión. La fragmenta- ción resultante de las elecciones ha impuesto la lógica del diálogo y del pacto. Deberán hacer un esfuerzo para escuchar, deberán recordar que tenemos dos orejas y una boca y que es bueno utilizarla­s proporcion­almente. Tendrán que aprender a ponerse en el lugar de los otros partidos y de todos los ciudadanos. Deberán buscar salidas imaginativ­as que permitan compatibil­izar los intereses de los demás con los propios, evitar peleas innecesari­as, no hacerle la pascua a nadie si no es imprescind­ible, aprender a perder pequeñas batallas para ganar las grandes. Descubrirá­n que, en la política, como decía Maurice Barrès, a veces para mantener el equilibrio no hay más remedio que decir lo contrario de lo que se hace.

Se verá enseguida quién tiene los pies en el suelo y quién no. Mark Twain dijo que la facilidad con que veía que la religión de los demás era absurda le enseñaba a no creer tanto en la suya. Con la política no sucede exactament­e lo mismo. Los errores y las insensatec­es que creemos percibir en las propuestas ajenas nos reafirman a menudo en las propuestas propias. Pero puede ser bueno hacer un esfuerzo para relativiza­rlas todas. Si estamos tan seguros de que las ideas de los demás son equivocada­s, ¿quién nos asegura que las nuestras no lo son, también? Las coalicione­s y los pactos pueden ser muy productivo­s. ¡Suerte!

Muchos nuevos alcaldes pasarán hoy de la calle a los despachos, de la propaganda a la gestión

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