El tesoro de la cabaña interior
Los niños, víctimas del estrés adulto, necesitan educar su interioridad
Si no se construye el ser, el hacer acaba ahogándonos. Lo que hasta ahora hemos hecho con nuestros hijos es enseñarles a hacer, cuando por el contrario en los orígenes de la escuela y la educación el ser era esencial”. Luis López González, doctor en Psicología y profesor de la Universitat de Barcelona, ha puesto la mirada en los niños, en cómo se puede educar su interioridad en un mundo en el que son víctimas del uso adulto del tiempo. Del mal uso, claro está, porque con falta de espacio y tiempo, indica, el ser humano no puede desarrollar su interioridad.
No se trata de adentrarse en las filosofías orientales, sino de hacer una reflexión del aquí y ahora aplicando un cierto sentido común conforme a lo que se observa alrededor: las prisas y el estrés también afectan a los niños, ellos también están desorientados y ante esta realidad lo que propone este profesor es recuperar la mirada hacia el interior. Interioridad debe entenderse como un concepto abierto, como la con- ciencia de uno mismo, la capacidad de forjarse una idea propia del mundo, y se trata de facilitar que los niños puedan ser protagonistas de sus propios procesos de vida.
Educar la interioridad (Plataforma Editorial) es el libro que Luis López González acaba de publicar, en una reflexión sobre un debate que atañe a la infancia y a los adultos. En este aquí y ahora una de las primeras cuestiones que se abordan es la “invasión tecnológica”, la pantallitis, que crea un universo virtual en el que falta, dice, lo esencial: la sensación de existir. “Nuestros hijos –señala el autor– no son capaces de estar consigo mismos”.
No es un alegato contra las redes sociales, sino un aviso sobre su abuso, y se recuerda que de relaciones virtuales no vive el alma humana, que necesita conversar, reflexionar, contemplar y sentir. Para lograr esta construcción de la interioridad, Luis López define algunos pasos que empiezan por aprender a parar. Invitar a los niños a silenciarse durante unos momentos y a que lleven la atención a lo que están sintiendo. Esto, dice, permite darse cuenta de la prisa estéril que les (nos) persigue y observar el fondo que hay
“Si no se construye el ser, el hacer acaba ahogándonos, y ahora ya no se educa el ser” Este profesor da pautas para que los chavales se autoconozcan y creen su proyecto vital