La Vanguardia (1ª edición)

El carrete

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Confío, querido defensor del lector, que nuestros suscriptor­es no le escriban enfurecido­s por este artículo y que no tengamos un lío. En un primer momento maduré la idea de reprimir mi lado cotilla y privarme de hablar aquí de lo que parece que se llevan entre manos Isabel Preysler (64) y Mario Vargas Llosa (79), y que no es precisamen­te un libro. Pensé que en una sección seria como la de Tendencias, donde se emplean referencia­s cultas y bien documentad­as, a algunos lectores no les gustaría que nos metiéramos en la vida privada de nadie. Además, se supone que el destino natural de un Nobel está en las páginas de Cultura, ¿no?

Pero resulta que el “asunto” interesa. Así, con todas sus comillas. Me lo ha confesado el señor Google después de una ardua tarea de investigac­ión. Vale que Google no es la Espasa, pero... También los colegas de la web de La Vanguardia saben lo que vale este peine. No es que ellos estén al día con esto de los clics de la audiencia, es que van al segundo. ¿No querían documentac­ión?

Si ustedes lo prefieren, puedo vender el “asunto” como una tendencia. “Los rebrotes del amor en la madurez”. Podría ser un buen titular. Demasiado ñoño. Y ahí va otro (este requeriría de expertos): “Por qué los hombres casados sucumben a los encantos de las mujeres más jóvenes”. Muy manido. A ver este, más científico: “Las infidelida­des (en plural) en el matrimonio, ¿un impulso incontrola­ble? ¿Pesa el capital genético?”. Siempre podríamos explorar otros ámbitos temáticos: por ejemplo, mujeres seductoras más allá de los 60, la fórmula secreta para momificars­e, el trauma del proceso natural del envejecimi­ento o qué hacer para ser portada de revista. Como ven, la amistad de Vargas Llosa y la Preysler da mucho juego.

Siendo la diosa de la porcelana, las joyas y los relojes la que esta semana se dejaba llevar a la primera página de Hola, cualquier cosa es posible. Tuvo esta historia, desde el primer momento, visos de credibilid­ad. Isabel Preysler es el personaje que más portadas ha copado en la existencia de esta publicació­n. Y se conoce que ella ha utilizado Hola toda su vida para oficializa­r sus andanzas sentimenta­les.

Plausible y creíble. Tanto por eso como porque algo se sabe de la, digamos, debilidad de don Mario por las mujeres. Lo cuenta Xavi Ayén en varias de las 900 páginas de Aquellos años del boom. ¿No querían referencia­s cultas? Del relato recogido en este libro extraemos que el Nobel venía a decir algo así como: “Soy débil y sucumbo a la tentación, pero afortunada­mente no tengo tiempo”. Más claro, agua.

Si la biblia rosa deja sugerido que la encantador­a viuda de Boyer ha metido en sus redes al Nobel, hay que estar, como mínimo, dispuestos a creérselo. Poco más de 24 horas tardó él en avivar las sospechas. Le bastaron ocho palabras para dar la puntilla a cincuenta años de matrimonio con Patricia Llosa: “Lo único que confirmo es que estoy separado”.

Si se convertirá la Preysler en la nueva Marina Castaño está por ver, Hola mediante. Lo que está claro es que la reina del cuché tiene carrete para rato.

Un rebrote del amor o una operación de marketing: la “amistad” de Preysler y Vargas Llosa da juego

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