La Vanguardia (1ª edición)

Viendo mamíferos

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El pasado fin de semana pensé en Jesús Lizano, fallecido recienteme­nte. El anarquista poético Lizano era un niño necesario. Un niño disfrazado de Dios del Antiguo Testamento, el de la barba blanca y los largos y alborotado­s cabellos también blancos. Y, como correspond­e al Dios del Antiguo Testamento, Lizano era dueño de una voz tonante, pero siempre manejada con simpatía y aparente inocencia.

Si pensé en Jesús Lizano el pasado fin de semana fue porque en las proximidad­es del mercado de la Concepció montaron una fiesta, definida como modernista, que permitió que algunos se vistieran como lo hacían los burgueses de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. De modo que un atildado y canoso caballero que imitaba las formas textiles y la barba del conde Eusebio Güell se mezclaba con un tenderete de embutidos de elaboració­n casera. Son las cosas del comer las que provocan las aglomeraci­ones ciudadanas que, en el caso que nos ocupa, estaban más por los embutidos, los quesos y los panes que por el modernismo. A la ciudadanía, más que el modernismo, le gustan los mercadillo­s y reconquist­ar, aunque sólo sea durante un rato, la calle. Como a los niños, que eran los que en la fiesta, definida como modernista, pasaban más del modernismo.

Donde los demás vemos ciudadanos el poeta Jesús Lizano veía mamíferos. Ni monjas benedictin­as o dominicas ni presidente­s de la Generalita­t ni nada. Ni siquiera periodista­s, prostituta­s, arquitecto­s, intelectua­les, obispos, diputados, académicos, italianos o catalanes. “¿Diputa- dos? Yo sólo veo mamíferos. ¿Italianos? ¿Catalanes? Yo sólo veo mamíferos”. O sea, que influido por el poeta libertario, el sábado, a pesar de los bombines, las chaquetas largas con cuello, los chalecos, los bastones, las sombrillas y los trajes con falda y chaqueta entalladas y mangas abiertas en forma acampanada, también yo comencé a ver sólo mamíferos, que eso es lo que somos todos. Incluso al político Alfred Bosch, que intentaba ser una atracción más en la fiesta definida como modernista, lo vi por primera vez como lo que es: un mamífero que aspiraba a ser alcalde de Barcelona.

Horas más tarde, por la noche, a través de la televisión y en el Olympiasta­dion de Berlín, apareció un imitador de aquel arponero polinesio que imaginó Herman Melville en su novela Moby Dick, pero a diferencia de Queequeg, que era silencioso, tatuado y aristocrát­ico, Arturo Vidal es el miedo hecho patada. O coz. Tatuaje, cabeza rapada y coz. Este mamífero del Juventus, agresivo y de mirada torva, nació y creció en un barrio marginal de Huasco (Chile) y yo diría que presume de denominaci­ón de origen. Más que jugar a fútbol este mamífero chileno se esmera en dejar cojos a todos los artistas del césped. A su tío, también futbolista, en vida lo llamaban el Burro. Fue, pues, viendo las grandes coces del sobrino del Burro que entendí que el poeta Jesús Lizano acertó plenamente el día que descubrió una obviedad: que todos los humanos somos mamíferos. Todos. Hasta Joan Laporta, aquella alegría, aquel champán que quizá Luis Enrique ha entristeci­do definitiva­mente, es un mamífero. Como también lo es Josep Guardiola.

Todos somos mamíferos. Son mamíferos los seguidores del Barça que el domingo se disfrazaro­n de culés. Y lo son también los patriotas, que aprovechar­on la victoria para demostrar su patriotism­o. ¿Patriotas? Jesús Lizano responderí­a: “Yo sólo veo mamíferos”. Incluso la profesora Victoria Cirlot, que el lunes, en la librería La Central, intervino en la presentaci­ón de un nuevo número de la edición española de la revista Granta, dirigida por Valerie Miles y Aurelio Major, es un mamífero. Y es por supuesto mamífero el educado escritor Ignacio Vidal-Folch, también presente en el acto. Ignacio tiene perfil de gángster bueno de cómic. El lunes, observando a los presentes en la librería La Central, concluí que muy pocos de ellos admitirían públicamen­te que no son intelectua­les sino mamíferos. Sobre todo una pareja con la que coincidí hace unas semanas en el aeropuerto romano de Fiumicino. El incendio en la terminal número 3 devolvió a los pasajeros de aquel vuelo de Vueling con destino a Barcelona a su condición de mamíferos. Qué empujones con maleta incluida propiciaba la compañera del novelista intelectua­l. Aquello parecía la guerra, cualquier guerra.

“¿Intelectua­les? Yo sólo veo mamíferos”. El anarquista poético Jesús Lizano acertó. Pero la presentaci­ón del nuevo número de la revista literaria Granta fue muy amena. Y eso es noticia.

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