El conseller fugaz
Este lunes hará veinte años que Jaume Roma (Granollers, 1958), entonces flamante conseller de Obres Públiques de la Generalitat, presentó la dimisión a raíz de un escándalo en el que se denunció que la empresa que le construyó un chalet en Canovelles recibía concesiones de obra pública del Departamento de Sanidad donde había estado trabajando durante años. El mensaje de renovación lanzado por el presidente Pujol cuando nombró conseller a un joven de 36 años, en noviembre de 1994, se le hizo añicos cuando aún no habían pasado siete meses. Más aún cuando Roma había sustituido a Josep M. Cullell que tuvo que dimitir precisamente por las acusaciones de tráfico de influencias respecto a un cuñado suyo por la recalificación urbanística de unos terrenos en Sant Pere de Torelló. A Roma, cosas de la vida, lo sustituyó un discreto Artur Mas, entonces concejal de Barcelona.
Las circunstancias por las que pasó fugazmente por el cargo le empujaron a dejar la política para siempre. Pero eso no quita que Roma no tuviese madera de líder. De niño fue jefe sejo de administración del hospital General de Catalunya para el cual redactó un plan de viabilidad por encargo de Catalana de Diagnóstico y Cirugía, empresa de la que era administrador. El exconseller, después de dejar el cargo en 1995, trabajó un tiempo al cobijo del despacho de Jordi Pujol Ferrusola, en la calle Ganduxer, y ha sido administrador de la empresa Codeh del grupo Sumarroca, muy relacionado con los negocios de los Pujol. En las memorias, el expresidente defiende la tarea de Roma, recuerda que dimitió en contra de su criterio y que al cabo de unos años fue absuelto de las acusaciones. Entonces Roma, siempre en palabras del expresidente, le llamó para enseñarle todo el papeleo publicado a raíz de su caso y al final, tan sólo una gacetilla donde se informaba de que había sido exonerado en el 2001. Los índices de trapicheo y corrupción se han multiplicado desde entonces. En el caso Roma se discutía la diferencia entre el coste supuesto del chalet y lo que él pagó. Al final se demostró que los pagos correspondían más o menos al coste real. Eso sí, Roma admitió que encargar las obras de su casa a la empresa Tradsa, que también se había beneficiado de contratos directos con la Generalitat, fue un error grave. En la carta de dimisión de Roma a Pujol le agradecía que le hubiera pedido que continuara pero que él creía que haría un mal servicio si así fuera y proclamaba: “Nos volveremos a encontrar en la construcción del proyecto del país que tanto amamos, Catalunya”.