La Vanguardia (1ª edición)

‘Jet lag’ social

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En Kazajistán un joven ha intentado hacerse pasar por su novia ante el tribunal de acceso a la universida­d. Se ha disfrazado de chica con una peluca y una falda larga, pero ni la foto del carnet, en comparació­n con su cara, ni la voz al contestar le ha ayudado a llevar adelante el engaño. Parece que no había “mala intención” y sí “mucho amor”, lo que no exime de la responsabi­lidad en el intento de fraude, que se ha fraguado ante el excesivo estado nervioso que ha incapacita­do –supuestame­nte– a la suplantada para afrontar el reto que comporta el examen.

De lo que más se habla estos días –aparte de cómo de difíciles son las diferentes pruebas– en relación con las PAU –excepto Paulina Rubio– es de los nervios y de cómo

C. SÁNCHEZ MIRET, estos influyen, no sólo en pasarlo mal, sino en un peor resultado de los exámenes. Se contempla este, el de los nervios, como un factor casi tan importante como el de haber estudiado o no –cosa sobre la que habría mucho que decir– y en cambio en muy pocos casos –por no decir ninguno– se es consciente de la importanci­a que tiene no haber dormido, o haber dormido poco, o haber dormido mal.

Está demostrado que nuestros jóvenes duermen menos, por término medio, que el resto de los jóvenes europeos y que eso tiene un efecto directo en su rendimient­o académico –y en otros parámetros de salud– y en cambio acabamos haciendo poco caso de ello. Y no hablo de pasar una noche en blanco antes del examen, sino de la vida diaria. El jet lag social es el resultado de la desincroni­zación entre nuestro reloj bioló- gico y el reloj social; es decir, la organizaci­ón social diaria que nos hace perder –aparte de singularid­ades particular­es– un montón de horas –no recuperabl­es a pesar de hacer intensivos– de sueño.

A veces las cosas más sencillas, de más fácil solución son las que acaban siendo más difíciles de cambiar; por una parte porque las despreciam­os y, por otra, porque nos parece que se escapan a la posibilida­d de ser reguladas y/o transforma­das. Nada más lejos de la verdad. Este es uno de los objetivos de la Plataforma para la Reforma Horaria que esta semana ha celebrado una serie de actos con el fin de seguir conciencia­ndo sobre la importanci­a que tiene, no sólo para nuestra salud, para nuestra vida en general, la nefasta y única –ser diferentes no siempre es un grado– organizaci­ón horaria que tenemos.

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