La justicia confirma que el autor de la decapitación de Lyon es un yihadista
El terrorista que asesinó a los turistas de Túnez se entrenó en Libia con los mismos islamistas que atentaron en el Museo del Bardo
La justicia francesa despejó ayer las dudas suscitadas a lo largo del interrogatorio policial de Yassin Salhi, el padre de familia de 35 años que el viernes decapitó a su jefe e intentó volar por los aires una empresa química de los alrededores de Lyon en un atentado suicida: fue un acto terrorista, premeditado, en la órbita y con la metodología del Estado Islámico, explicó el fiscal general de París, François Molins, encargado del caso.
Menos de seis meses después de los atentados de la segunda semana de enero que dejaron 17 muertos en París, la confirmación como atentado terrorista de los hechos que tuvieron lugar el viernes vuelve a colocar el caso sobre su escenario más inquietante: no fue resultado de un desequilibrio o crisis personal, ni expresión de una animosidad del autor confeso del crimen contra su jefe, Hervé Cornara, de 54 años, ni súbita manifestación de una personalidad colérica e inestable, aunque todo eso pudo jugar su papel: fue terrorismo yihadista. “De hecho, lo uno no excluye lo otro”, dijo Molins en una conferencia de prensa.
Yassin Salhi, conocido de los servicios de seguridad desde 2003 por su radicalización sala- fista, salió el viernes de su casa con un cuchillo de 20 centímetros y un fusil para juegos de tiro de simulación. Llegó a las 7.30 a la empresa de transporte de Cornara en la que trabajaba desde marzo, hizo que su jefe –con quien había tenido un altercado dos días antes– subiera con un falso pretexto a la furgoneta de reparto, le golpeó con el gato del coche y lo estranguló en un parking, según su propia confesión, y se dirigió a la empresa gasística Air Products. Trescientos metros antes de llegar parece que decapitó el cadáver en la parte trasera del vehículo –faltan ciertos peritajes forenses– hizo dos fotos con su móvil, la primera del cadáver, la segunda posando junto a la cabeza de su víctima, la colocó atada con unas cadenas en la verja de la empresa entre dos banderas islamistas, envió las dos macabras fotos de su móvil a un contacto en Siria por WhatsApp, e intentó a continuación realizar su atentado suicida estrellando la furgoneta en marcha atrás contra bombonas de gas y acetona. Atur- dido pero ileso tras esa explosión que destrozó el vehículo, intentó provocar una segunda explosión en el hangar contiguo, hasta que fue detenido por los bomberos ante los que gritó “Alá Akhbar” (Dios es el más grande).
“La decapitación, la macabra puesta en escena, la voluntad de provocar una explosión en una instalación sensible y el envió de fotos a un contacto en Siria”, califican lo sucedido como terrorismo, dijo Molins. El atentado “buscaba una publicidad máxima, lo que concuerda con el modo de actuar del Estado Islámico, que apela a decapitar”, en lo que pareció una “operación mártir” en una zona en la que habían 75 personas presentes.
La persona a la que Salhi envió las fotos ha sido identificada. Se trata de Sébastien Yunes, al que Salhi conoció en la región de Be-
Golpeó a su jefe con un gato de coche, lo estranguló y luego lo decapitó La puesta en escena, la premeditación y el envío de fotos a Siria confirman terrorismo
sançon en 2006 en el ambiente salafista que orbitaba alrededor de la mezquita de la localidad de Pontarlier. Yunes, que en noviembre de 2014 se trasladó a Siria con su esposa y su hija de un año, y se estableció en la ciudad de Raqqa con la idea de “repoblar el Estado islámico”, pudo haber sido radicalizado por su primera mujer, con la que se casó en Bruselas y que, según el diario regional L’Est Républicaine, se separó de él por considerarlo demasiado moderado. El análisis del teléfono confirma que Salhi estuvo en contacto con
El decapitador envió un mensaje a Siria por el móvil: “Mañana paso a la acción” Un converso francés en busca y captura radicalizó a Yassin Salhi
él. Uno de sus mensajes, enviado la víspera del atentado, decía: “Mañana paso a la acción”, lo que acredita premeditación.
Se confirma también, según la versión ofrecida ayer por el fiscal, que la radicalización de Salhi comenzó a partir del año 2000, cuando tenía veinte años, y después de la muerte de su padre, un obrero argelino.
En 2003 Yassin Salhi conoció a Frédéric-Jean Salvi, un converso de 36 años con antecedentes por tráfico de droga que se radicalizó en la cárcel e influyó sobre el joven huérfano. En 2008 Salvi viajó a Egipto y a Indonesia, donde fue acusado de haber preparado un atentado con Al Qaeda en agosto de 2010. Desde entonces está en busca y captura.
La radicalización de Yassin Salhi desencadenó una “disputa conyugal” y “tensiones” con su esposa, con quien viajó a Siria durante varios meses, en 2009, antes de que la situación allí degenerara en una guerra civil que el Gobierno francés ha venido alimentando desde entonces armando al grupo Al Nusra y destacando entre las potencias occidentales como una de las más feroces enemigas del régimen de el Asad, que el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, llamó a “aplastar” en agosto de 2012.